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Niños expuestos a la violencia: un problema social (y económico) a resolver

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Lucia

Hace veinticinco años, un estudio de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos reveló la alta prevalencia de experiencias traumáticas en la infancia y adolescencia en el país. La investigación, realizada entre una muestra mayoritariamente blanca, de clase media y bien educada, mostró que sólo un tercio de los participantes no reportó experiencias adversas graves durante su infancia. La mayoría de los restantes había vivido al menos dos eventos traumáticos significativos. Estudios posteriores en 96 países indicaron que, a nivel mundial, más de la mitad de los niños (mil millones) están expuestos a la violencia cada año, dice Al Jazeera.

Estas experiencias de trauma infantil pueden llevar a una serie de problemas en la edad adulta, tales como dificultades de concentración, arrebatos de ira, pánico, depresión, y problemas relacionados con la alimentación, las drogas y el sueño. También se asocian con niveles más altos de hormonas del estrés y una respuesta inmune deteriorada. La neurociencia ha demostrado que el trauma infantil altera los sistemas cerebrales encargados de evaluar riesgos y gestionar respuestas emocionales.

A pesar de la importancia de este problema, los efectos del trauma infantil a menudo no son reconocidos ni adecuadamente atendidos en sistemas escolares, agencias de cuidado infantil, clínicas médicas y el sistema de justicia penal. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado la violencia contra los niños como una prioridad de salud pública, pero la respuesta a esta problemática sigue siendo insuficiente.

El estudio de los CDC concluyó que la violencia infantil es el problema de salud pública más costoso en Estados Unidos, con costos que superan a los del cáncer o las enfermedades cardíacas. Erradicar la violencia infantil en el país podría reducir la tasa de depresión en más de la mitad, el alcoholismo en dos tercios, y el suicidio, el abuso grave de drogas y la violencia doméstica en tres cuartas partes. Además, la prevención de la exposición a la violencia mejoraría significativamente el desempeño laboral y reduciría la necesidad de encarcelamiento, ya que aproximadamente el 95% de los reclusos violentos sufrieron violencia y abuso en su infancia.

Las relaciones tempranas seguras y protectoras son vitales para proteger a los niños de problemas a largo plazo. Si los propios padres son la fuente de angustia, el niño no tiene a quién acudir en busca de consuelo. El apoyo social es una necesidad biológica, esencial para un desarrollo saludable. Los programas de calidad para la primera infancia que involucran a los padres y promueven habilidades básicas en niños desfavorecidos son rentables y beneficiosos. Se ha calculado que cada dólar invertido en programas de calidad para la primera infancia se traduce en un ahorro de siete dólares en costos de asistencia social, atención médica, tratamiento por abuso de sustancias y encarcelamiento.

Investigaciones de tres décadas realizadas por Martin Teicher y sus colegas en Harvard han demostrado que muchas anomalías cerebrales asociadas a problemas psiquiátricos son consecuencia directa de traumas y abusos infantiles. Etiquetas diagnósticas como “depresión” o “trastorno bipolar” no abordan las causas subyacentes del comportamiento y pueden llevar a un tratamiento inadecuado.

A seis meses de la Conferencia Ministerial Mundial para Poner Fin a la Violencia contra los Niños, es crucial que los gobiernos reconozcan la importancia de priorizar la protección infantil. La estabilidad y el funcionamiento de las sociedades futuras dependen de las decisiones tomadas hoy. Reconocer y dotar de recursos adecuados a la prevención de la violencia infantil será una inversión estratégica con beneficios a largo plazo.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Bing IG

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