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¿Exigimos demasiado a los niños?

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Lucia

Los desplazamientos, las clases, las actividades extraescolares... Los niños tienen a veces horarios de ocupación diarios no muy inferiores a los de un directivo de empresa. Entre la salida de la casa y el regreso pueden pasar hasta diez horas, dice El Correo.
Desde el aula matinal (entrada, desayuno y cuidado antes de las nueve) hasta la última extraescolar del día a las seis o siete de la tarde.
Echen cuentas. El mejor de los casos suma ocho horas, casi la misma (o
más) jornada que muchos padres. En el peor de los escenarios, llegan a las diez, como si de ejecutivos se tratase. Se hace por necesidad, claro está. No es culpa de las familias que están abocadas a cumplir el horario del empleador. Es más, cuando alguien quiere ser la excepción porque puede se topa con un sistema que puede llegar a ser excluyente.
Si comes en casa eres el raro; si no haces extraescolares a partir de las cinco partes en desigualdad de oportunidades de formación; si no participas de todo lo que hacen los demás, además, corres riesgo de ser excluido del club al que en realidad perteneces. Pero, ¿deben tener los niños jornadas 'laborales'? Da el tema, al menos, para abrir el debate.
El pediatra Gonzalo Pin, experto en cronobiología, pone el foco en el descanso deficiente que este tipo de jornadas tienen como consecuencia.
Y no porque sean en sí agotadoras (algunos niños con más energía las llevarán bien), sino por el cómputo de horas que tiene el día y por el tipo de actividad que se debe hacer a cada una de ellas para respetar el biorritmo y, por lo tanto, procurar un descanso reparador. Algo clave para el desarrollo cognitivo de los niños, de su sistema inmune y de su bienestar general.
Partamos de la base de que para su salud, un niño de entre 1 y 2 años debe tener de once a catorce horas de sueño reparador. Esta cantidad bajaría a entre diez y trece hasta los 5 años. Y hasta los 4 años se les debe permitir la siesta. En adelante, hasta los 12 aproximadamente, la cifra baja pero no tanto: el descanso nocturno debe durar de nueve a once horas.
Para llegar al colegio a las 9.00 horas, aunque muchas veces llegan antes en un turno que todos los colegios ofrecen porque los padres los necesitan para poder llegar a sus puestos de trabajo, los niños, de media, tendrían que acostarse en torno a las ocho de la tarde (o antes incluso si tiene una hora de camino al cole) para dormir lo suficiente.
¡Que levante la mano quien lo consiga!
Si acaban las extraescolares a las seis, incluso a las cinco en el mejor de los casos, quedan entre dos y tres horas mal contadas. No se trata de demonizar estas actividades complementarias, pero sí de cumplir con unas premisas. Ana Roa, pedagoga y fundadora de Roaeducación, cree que deben ser un complemento lúdico a la educación de los pequeños, «no una exigencia que les genere estrés», el gran enemigo del descanso reparador.
«Es muy recomendable -prosigue la experta- no sobrecargar al niño, no superar las cuatro horas semanales para la realización de este tipo de actividades extra. Además, deberían ir enfocadas a sus gustos y habilidades. Hay que evitar que una jornada escolar excesivamente larga provoque cansancio y fatiga atencional».
La clave está en atender a cada niño. «Cada uno es un mundo y también sus necesidades varían en función de muchos factores: su creatividad, su energía, sus características emocionales», precisa Roa. Eso sí, las actividades son beneficiosas, pero dentro de unos límites. Y el límite está en el tiempo libre que tengan después. «Somos partidarios de que los niños tengan tiempo por las tardes para poder hacer los deberes y estudiar un rato, pero también para salir a jugar, disfrutar con sus hermanos, estar con nosotros los padres...», recuerda la pedagoga.
A partir de que salen de la escuela, deberían poder hacer todo lo que es sano para su biorritmo: juego libre, tareas cuando empiece a haberlas, un poquito de ocio de pantalla a partir de los 2 años (nunca más de una hora), cenar en familia tranquilamente, asearse y disfrutar del valioso tiempo de afectividad antes de cerrar los ojos. Así le llaman los expertos en sueño a la lectura de un cuento, a la conversación íntima, a los besos y abrazos, a las palabras bonitas, a la nana tranquilizadora antes de irse a la cama.
«Además, hay que tener en cuenta que la actividad, especialmente el ocio con pantalla, debe cesar dos horas antes de irse a dormir para que el cuerpo tenga tiempo de adaptarse y descansar bien», precisa Pin. Si hablamos de actividad física intensa, no se debe hacer unas cuatro horas antes de irse a la cama. Las cuentas siguen sin salir.
Pero no solo se trata de contar horas. Además del cuánto, este especialista cree que es más relevante tener en cuenta el qué y el cómo.
«Nos preocupamos mucho de si come mucho o poco, pero no del cómo lo hace. Por ejemplo, la cena debe ser un momento de socialización y conversación con la familia. Eso les ayuda en su aprendizaje. Y el desayuno no vale hacerlo de cualquier forma porque no hemos dormido lo suficiente y vamos con prisas y sueño. Debe hacerse en un lugar adecuado, sentados, con luz y tiempo. Es fundamental que así sea para su desarrollo neurocognitivo.
Del mismo modo que es importante el cómo va a la escuela. Un paseo antes de entrar pone en marcha su organismo y su cerebro para luego asimilar todo lo que dé en el aula», explica Pin. Las jornadas escolares demasiado prolongadas también tienen consecuencias en la necesidad que tienen los niños de juego libre sin normas, ya sea en el parque o en casa. «Hasta los 5 años es muy importante que aprenda a manejarse y necesita libertad de acción», apunta Pin. «Al fin y al cabo una extraescolar es actividad física, pero se desarrolla bajo unas pautas», apunta el pediatra.
Photo: © stocksnap

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