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¿Por qué hay niños violentos?

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Lucia

Casos de Bullying o matoneo escolar, niños que se rebelan contra sus padres o contestan de forma nada educada a sus maestros. ¿Son los niños de hoy más violentos que sus padres? ¿Por qué se vuelven agresivos?
Responden desde La Vanguardia.
Se dice que han cambiado también sus manifestaciones y sus causas y que esto se deriva de la fragilidad que hoy en día tienen las palabras para poner orden y limitar la vida de los sujetos. Es una buena hipótesis.
Pero ¿qué pasa cuando hablamos de niños violentos? ¿Cómo pensar los actos violentos en los colegios: el acoso escolar, la violencia contra los profesores? ¿O la que se dirige a los propios padres? ¿Y la violencia de un niño contra sí mismo? Sabemos que la violencia es variopinta. Variopintas son también sus causas, ellas no son generalizables. No podemos decir “todos los niños son violentos porque juegan a la play” o “todos los niños son violentos porque no hablan de lo que les pasa” o “porque en su casa les pegan.”
Más bien hemos de preguntarnos ¿qué función tiene la violencia para este niño? Remarco esto para decir que la respuesta la encontraremos en cada niño, no en su conjunto.
La violencia no surge por imitación y tampoco es odio
Sigamos, la violencia no surge por imitación y tampoco es odio. El psicoanalista Jacques-Alain Miller destaca muy bien esto cuando dice que el amor está del lado del odio mientras que violencia está del lado de Tanatos, de la muerte, de la destrucción. Por eso, hay muchas vertientes que explorar en lo que a la violencia se refiere porque hay muchos “tipos de violencia”.
Desde la que responde al fracaso del lenguaje para pacificar al niño y brindarle los límites necesarios para no desbordarse y tornarse violento, pasando por la violencia que implica una demanda al Otro. O la que es suscitada por una proximidad excesiva al semejante, sin ningún tipo de mediación, hasta la que responde a lo que no tiene sentido y que el psicoanalista Jacques-Alain Miller llama “una violencia sin porqué”, como si la violencia fuera, ella misma, “su propia razón.”
Así, es importante pensar cómo hemos de tratar cada respuesta violenta, porque no es lo mismo tratar con palabras la violencia que tiene algo por decir, que la violencia que es sin razón. En esta última, la palabra no tendrá ningún efecto y, posiblemente, le ayude a proliferar.
No es lo mismo tratar con palabras la violencia que tiene algo por decir, que la violencia que es sin razón
Se trata entonces de pensar si la violencia es un síntoma para el niño.
Si la respuesta es afirmativa, la pregunta que sigue es ¿síntoma de qué?
Un niño puede ser síntoma para sus padres, es decir, puede encarnar una situación conflictiva y aparentemente irresoluble entre ellos. El niño, entonces, se vuelve un lugar donde los padres depositan sus miedos, angustias, inseguridades, sueños o fantasías y esto, evidentemente, no repercute positivamente en él. Es ahí donde el psicoanálisis tiene algo que aportar, en este análisis y tratamiento del niño violento, acogiendo lo que le sucede a cada niño y escuchando –no solo en sus palabras, sino también en sus actos y en su historia– la función que la violencia tiene para cada uno. Y si esto tiene el valor de un sufrimiento que se repite o de pregunta sin respuesta, de algo sin sentido posible.
También es importante que no perdamos de vista que hay cierta cuota de inquietud, inconformidad, e incluso sublevación en los niños, que es propia de diferentes etapas o circunstancias por las que pasan y a la que hay, también, que acoger.
Photo: © ajari / wikimedia

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