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¿Es bueno tener niños “muy obedientes”?

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Lucia

Para padres y educadores, confrontar niños obedientes es aparentemente una bendición. Sin embargo, los psicólogos -leemos en Uppers- consideran que la obediencia o excesiva docilidad no son tan deseables.

"El niño o el adolescente que más preocupa a los psicólogos es el niño asintomático, el que nunca cuestiona nada y obedece a todo", afirma Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

"Asociamos portarse bien con obedecer y portarse mal con desobedecer porque aplicamos en los niños el criterio moral de los adultos", continúa. Al igual que los niños siguen un desarrollo cognitivo o motor (hay una edad para hablar, para andar, etcétera), "los conceptos del bien y el mal no se asocian correctamente hasta aproximadamente los doce años".

Además de la falta de capacidad para asimilar conceptos como el bien o el mal, determinados estilos educativos o de crianza tampoco ayudan, "Pautas educativas excesivamente autoritarias limitan la habilidad del niño o la niña para ser flexible, tener iniciativa, pensar, desarrollar una capacidad crítica…", explica Paula Morales, docente de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.

Si, en realidad, los niños no logran entender qué es bueno o malo, ¿por qué obedecen? "Lo hacen respondiendo al método de castigo y recompensa", continúa Pérez, quien asevera que "hacen las cosas para evitar castigos o para recibir premios". Según el Barómetro de Opinión de la Infancia y Adolescencia 2020-2021, publicado por Unicef, una de las principales variables de los niños y niñas en España con respecto a su relación con los adultos, tal como indican en su protocolo de codificación de preocupaciones, es "que los adultos mandan".

Cuestionarse las normas es positivo

Lo habitual es que el adulto dicte una serie de pautas que el niño debe aceptar. "Vivimos en un mundo muy inflexible: los niños salen del colegio, hacen sus extraescolares, juegan un tiempo concreto en el parque, cenan a una hora determinada, no pueden ver la tele más de unos minutos establecidos… Todo está pautado. Hay niños que no obedecen porque se cuestionan la norma y te preguntan. Simplemente no comprenden por qué tiene que ser así, y si lo hacen sin agresividad es un buen síntoma", comenta Sylvie Pérez.

Sobre la necesidad de razonar las normas, la profesora Paula Morales

añade: "En un enfoque basado en el diálogo, respetas el proceso evolutivo. Intentas entender qué le pasa al niño: en lugar de centrarte en su enfado, que es la punta del iceberg, piensas en qué ha pasado para llegar a ese extremo, en por qué se nos ha ido de las manos esa situación".

Hay que distinguir entre la obediencia a unas normas para evitar peligros y la obediencia ciega a los patrones impuestos por el adulto.

"Si pedimos al niño que pare y no cruce la calle, lo hacemos para evitar peligros", dice Sylvie Pérez. "El niño que obedece a determinadas imposiciones puede ser más libre porque está más protegido", añade. Pero el exceso de autoridad por parte de los mayores puede marcar al adulto que será algún día. "De manera general, más de la mitad de los problemas psicológicos del adulto se inician en la infancia y en la adolescencia.

No me refiero solo a la influencia del estilo educativo, pero a veces no somos conscientes de lo importante que es acompañar para desarrollar diferentes habilidades en esta etapa", explica Paula Morales. De ahí que un niño demasiado obediente llegue a preocupar a los psicólogos, como indica Pérez: "tiene que ver con un exceso de contención que en algún momento va a estallar".

Las consecuencias del exceso de control

Tras la obediencia ciega pueden esconderse problemas graves. "Hay niños en determinados entornos que, según sus padres, son muy obedientes", expone Sylvie Pérez. Sin embargo, "en realidad lo que hay es miedo:

fuera de ese entorno autoritario, en la familia o en la escuela, esos niños muestran una conducta descontrolada", añade. "El exceso de control externo impide que el niño se autorregule", precisa Morales. "Cuando educamos en positivo debemos pensar en una pirámide: en la base, los padres refuerzan la autonomía, la comunicación y la gestión de las emociones. Así vamos a encontrar herramientas para resolver los conflictos", añade.

Al igual que en el exceso de obediencia, en la desobediencia sistemática a la norma pueden influir distintos factores: "elementos genéticos y neuropsicológicos, el estilo educativo familiar por poca supervisión o exceso de control, el estrés o problemas psicológicos de los adultos…".

"Además, no debemos olvidar el entorno social, el barrio o la escuela, donde suele darse aprendizaje a través de los modelos que están más presentes". Para Morales, "la desobediencia del niño es solo lo que vemos, pero debajo está la mayor parte: las causas que lo han motivado, los elementos que lo han hecho llegar a ese estado. Pensemos en qué hay

debajo: ¿lo han encasillado en el colegio? ¿Hay algo que dificulta su bienestar? En este sentido, los padres debemos actuar como detectives y buscar pistas que nos hagan completar el puzzle".

Photo: © Andrea Piacquadio / Pexels

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