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La cria feliz del bebé, según la ciencia

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Lucia

Desde Etapa Infantil nos comparten la fórmula para criar a un bebé feliz, objetivo de la gran mayoría de los padres. El bienestar de los pequeños es su prioridad, pero eso no incluye únicamente cuidar su salud, sino también ayudarles a sentirse bien consigo mismos.

Nuestra sociedad se ha acelerado, de manera que muchos padres que quieren lo mejor para sus hijos pueden terminar haciendo que quemen etapas, excediéndose con las actividades de estimulación temprana y más adelante llenando sus agendas de actividades extraescolares porque suponen que así tendrán más oportunidades de tener éxito en la vida. Sin embargo, los niños tienen tan poco tiempo libre y están tan estresados que la Academia Americana de Pediatría pidió a los pediatras que comenzaran a recetarles juego.

Hace unos años, investigadores de la Universidad de Cornell comprobaron que los niños que vivían en grandes urbes y no jugaban al aire libre sufrían niveles más altos de ansiedad y estrés, en comparación con los pequeños que vivían en entornos rurales y salían a jugar a menudo en contacto con la naturaleza. Estos últimos también habían desarrollado una mayor resiliencia ante la adversidad, la cual los ayudaba a lidiar mejor con los problemas.

Eso significa que los niños necesitan tiempo para jugar. Pero no se trata del juego dirigido por los adultos o el que ofrecen los juguetes tecnológicos sino del juego libre en el que pueden echar a volar su imaginación y las actividades en la naturaleza. Durante ese tipo de juego los niños practican la atención plena ya que disfrutan plenamente del presente. Los momentos de juego libre no solo les ayudan a aprender, sino que los relajan, estimulan la creatividad y les permiten ir desarrollando la autorregulación, habilidades y cualidades clave para su bienestar emocional que terminarán apuntalando la felicidad.

Ayúdalos a explorar su universo afectivo

Los niños no solo deben explorar el mundo que los rodea, también es conveniente que descubran su universo interior. Los padres deben convertirse en guías en ese viaje. De hecho, la buena noticia es que la Inteligencia Emocional no es una capacidad innata sino adquirida, que se puede comenzar a desarrollar muy temprano en la vida.

Se ha apreciado que a partir de los 2-5 años los niños comienzan a comprender emociones como el miedo, la frustración o la decepción. Los padres pueden dar los primeros pasos empatizando y validando los sentimientos de sus hijos, en vez de restarles importancia. También es importante que los ayuden a identificar sus emociones porque los niños pequeños a menudo carecen del vocabulario para etiquetar adecuadamente su universo afectivo.

Por ejemplo, si tu hijo llora porque no puede salir a jugar al parque, en vez de ignorar o minimizar su frustración, puedes decirle: “comprendo que sea decepcionante que esté lloviendo y no puedas salir a jugar”. De esta forma validas lo que siente y le ayudas a comprenderlo. Luego puedes preguntarle qué le gustaría hacer para sentirse mejor, de manera que lo estimulas a asumir un rol activo en la gestión de sus emociones.

La Inteligencia Emocional no garantiza la felicidad, pero contribuye a ese estado de serenidad y seguridad que todos necesitamos para ser felices.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Büşranur Aydın / Pexels

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