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Neuropsicóloga aboga por el apego familiar frente a la pandemia

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Lucia

Para Karina Castro Fumero, neuropsicóloga pediátrica, formada entre Argentina, Estados Unidos, Costa Rica y España, actualmente residente en Washington DC, dijo en una entrevista con Infobae que charla con Infobae sostiene que “el apego es la única vacuna que como adultos tenemos para brindar a los niños para prevenir enfermedades físicas y mentales, y la pandemia no es una excepción”.
La neuropsicología es una neurociencia que estudia la relación entre el cerebro y el comportamiento humano. Existen muchos ámbitos de acción, que van desde la evaluación, la rehabilitación, la investigación y la prevención. Karina Castro Fumero tenía dos másters cuando le llegó su primer hijo y con él algunos cortocircuitos entre la teoría y la realidad. Siguió estudiando, llegó su segunda hija, y encontró en esa maternidad la “oxitocina” necesaria para reinventarse. Desde entonces ha escrito dos libros que son guías para ayudar a cuidar y potenciar el cerebro de los niños con información clara, accesible y probada sobre lo que necesita un cerebro para desplegarse en su máximo potencial.
Acaba de lanzar ¿Qué puedo hacer yo?, un libro para acompañar a los padres en el desarrollo de capacidades neurocerebrales de sus hijos.
– ¿Cuáles cree que son los errores más comunes que hemos cometido los adultos en cuarentena con el cerebro de los niños?Toda esta información, aunque creamos que no la ven o escuchan siempre lo hacen. Todos estos datos, aunque parezca que no le están poniendo atención, activa zonas del cerebro relacionadas con el estar alerta y genera estrés. El segundo error ha sido olvidarnos del juego, nuestra sociedad tiene infravalorado el juego y resulta que la ciencia ha revelado que es una necesidad biológica de los niños, es un impulso vital y primario que los empuja a explorar el mundo, conocerlo y dominarlo.
-El juego se presenta también como alternativa para comprender la realidad… Así es. Nos hemos olvidado es a través del juego que los niños aprenden todo, desde conocimientos básicos como colores, números, días de la semana hasta las habilidades más complejas como la empatía y la compasión. Es el traductor a través del cual interpretan el mundo. Cuando los niños juegan no solo aprenden sino que además es un proceso terapéutico, porque jugar es un canalizador de emociones. Mientras se juega se producen una serie de hormonas que les hace sentir bien, felices, en calma y satisfacción, sentimientos necesarios en esta situación que estamos viviendo. Si queremos niños sanos, deben jugar.
-En medio de las exigencias de la cuarentena, ¿el cerebro quedó en segundo plano?Efectivamente, ese es un tercer error que hemos cometido. El cerebro es el órgano más importante de nuestro cuerpo. Olvidarnos de cómo cuidarnos y de implementar en casa hábitos saludables para que en esta difícil tormenta que vamos navegando, al menos asegurarnos de que vamos en un barco seguro. Veo familias que se relajaron con los horarios del sueño, con los alimentos que compran y consumen en casa, que buscan excusas de no hacer actividad física porque las salidas son complejas o porque les ha quedado el hábito de salir poco de los momentos más estrictos, que eligieron evitar los conflictos y confrontaciones en casa con respecto a las pantallas… Veo familias que se relajaron en lo que debieron de haber priorizado.
-Te hemos escuchado hablar de la sincronía cerebral entre los niños y los adultos que conviven. En tiempos de tanta incertudimbre, ¿cuánto influye el estado emocional adulto y la regulación para con los más chicos?Hay sincronía familiar, cardíaca, biológica y cerebral. Entonces es muy esencial pregonar hábitos apropiados para cuidar la salud mental. Si no duermo las horas que necesito, me levanto de pésimo humor. Eso lo traslado a irritabilidad, con gritos, mal humor o apatía. La higiene del sueño es primordial para poder conducir una realidad que nos es adversa. Priorizar el consumo de alimentos que nos hagan bien es otra de las claves, buscar tiempo para uno, no olvidar las actividades físicas. Es importante comprender que si yo estoy bien, voy a lograr una armonía y sincronía en toda la familia.
-¿El estrés pandémico afectó a los más pequeños?En alguna medida, como a todos. Seguramente habrá dependido del manejo adulto, pero ha sido inevitable que algo les haya llegado. Desde perder sus rutinas, no ver asistir a sus actividades habituales, no encontrarse con sus amigos. Cuando un bebé antes de los 2 ó 3 años está expuesto a mucho estrés, produce cortisol. Eso aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Ese cortisol daña el cerebro. Si una madre lo contiene desde un lugar de tranquilidad, aunque el niño siga llorando, si se lo toma en brazos con tranquilidad, inmediatamente la frecuencia cardíaca y presión arterial del niño disminuyen. Ahí hay sincronía a través del modelado. Existe ahí una bio-sincronía.
– Te concentrás en el apego seguro como una manera de potenciar el desarrollo cererbral. ¿Cuál es el peso que tiene esa condición en este contexto tan complejo?Los niños necesitan sentirse en un ambiente seguro para poder explorar. La observación data que entre más seguro se sienten en casa, más se aventurarán a explorar nuevas cosas. Hoy sabemos que el apego seguro se desarrolla con familias disponibles emocionalmente, que los atienden cuando tienen una necesidad física o emocional, una familia comprometida con la crianza y con el bienestar. Cuando los pequeños desarrollan un apego seguro en la primera infancia una estructura cerebral llamada hipocampo, cuya función principal es la memoria y el aprendizaje, dobla su tamaño, potenciando su neuroplasticidad y por ende permite el desarrollo de mayores y mejores recursos para consolidar su aprendizaje. Por otro lado cuando desarrollan un apego seguro con sus figuras principales aprenden a gestionar su propio cortisol. Aprender a gestionarlo en los primeros años de vida es fundamental para el resto de la existencia, ya que múltiples investigaciones confirman que el desarrollar vínculos afectivos, seguros y estables en los primeros años de vida, brindarán protección frente a enfermedades mentales en la adultez.
Photo: © Karina Castro Fumero

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