Diez mitos y verdades sobre los niños con altas capacidades (y II)
Se calcula que aproximadamente un 2 % de la población mundial tiene altas capacidades, y el hecho de ser un grupo tan reducido ha contribuido a que se tenga una imagen muy homogénea de quienes comparten la peculiaridad de contar con un cociente intelectual superior a 130 o una capacidad de aprendizaje muy superior a la del común de los mortales. El perfil más extendido es el del niño solitario, que se aburre en clase y al que no se le suelen dar bien los deportes. ¿Tiene esa percepción social alguna base?
6. Si no se conoce su condición y se mantienen en el curso que les corresponde por edad, tendrán rendimientos mediocres o incluso fracaso escolar. Según los expertos, no tiene por qué ser así. Elegir mantener a un alumno con altas capacidades en el curso que le corresponde o realizar una aceleración no es, por sí mismo, ni bueno ni perjudicial.
En opinión de Verónica Marina Guillén Martín, son muchos los aspectos a tener en cuenta para tomar este tipo de decisiones, ya que no solo se valoran criterios académicos, sino también aspectos socioafectivos que garanticen el mejor ajuste posible del niño o la niña dentro del grupo de referencia. «En realidad, lo realmente importante para asegurar el éxito educativo es que haya flexibilidad en el currículum, que se propongan retos que mantengan motivado al alumnado y que se ofrezcan alternativas de enriquecimiento que les permitan seguir profundizando en los aspectos que deseen», advierte.
7. El cerebro de un niño con altas capacidades es diferente. Es una de las creencias que sí tienen base: la investigación ha demostrado que el procesamiento y la gestión de la información es diferente tanto cuantitativa como cualitativamente en el caso del alumnado con altas capacidades. Según una investigación publicada en la revista Nature, el cerebro de las personas tiene un desarrollo y una configuración morfológica final diferentes. Aunque, según la profesora de la UOC, «lo realmente importante es la heterogeneidad que encontramos dentro de este grupo y que los centros educativos sean capaces de adaptarse a las necesidades individuales de cada uno de sus estudiantes».
8. Pueden aprender a leer o a realizar operaciones matemáticas sin ayuda. Uno de los mitos más extendidos y, en opinión de los expertos, de los más perjudiciales es el que asegura que las personas con altas capacidades no tienen necesidades (o que las tienen, pero pueden cubrirlas de manera autónoma gracias a su alta capacidad). Si se parte de esa premisa y no se ofrece a este alumnado las ayudas que necesita, «se le estará negando la oportunidad de desarrollar al máximo sus capacidades», recuerda Verónica Marina Guillén Martín. Y añade que, precisamente, por su alto potencial, este alumnado necesita ayudas específicas y retos que vayan más allá de los que actualmente se presentan en las escuelas y que permitan cubrir sus expectativas e intereses intelectuales para evitar que se produzca un progresivo desinterés que pueda terminar, incluso, en abandono escolar.
«Igualmente, este tipo de alumnado necesita, en muchas ocasiones, orientaciones para gestionar su autorregulación, organizarse, desarrollar procesos de toma de decisiones, aprender técnicas de estudio... Es común que en etapas educativas avanzadas que incluyen contenidos más complicados se produzca un fracaso derivado de la poca capacidad de esfuerzo y hábito de estudio que ha desarrollado en las etapas anteriores», sostiene.
9. Sus capacidades son innatas y estáticas. En esto, quienes tienen altas capacidades no son diferentes al resto: todos nacemos con un potencial que se desarrollará en mayor o menor medida dependiendo de la estimulación ambiental que recibamos. Y en el caso de los niños y las niñas con altas capacidades ocurre lo mismo. «Si no se les estimula correctamente desde todos los ámbitos, estaremos negándoles la oportunidad de desarrollar al máximo sus capacidades y no llegarán a tener un rendimiento óptimo», afirma la profesora de la UOC.
10. Son personas sobreestimuladas por sus padres. Que necesiten estimulación del entorno para desarrollar sus capacidades al máximo no significa que una mera estimulación pueda ser suficiente para identificar un niño o una niña como una persona con altas capacidades.
Se necesita un potencial genético para ello. No obstante, que haya una buena estimulación familiar y escolar es fundamental para el pleno desarrollo del niño o la niña. Pero igualmente, una sobreestimulación o una estimulación excesiva puede ser contraproducente, ya que «puede llegar a generar metas lejanas a las facultades del niño o y la niña y a ejercer una presión que le desmotive», recuerda Verónica Marina Guillén Martín.
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