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La epidemia del exceso de regalos no cesa (I)

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Lucia

Santa Claus llega cada año más sobrecargado. Todos los que tienen posibilidades, auspician una cantidad creciente de regalos para los pequeños de la casa, algo que solo tiene efectos negativos, dicen en La Vanguardia.
Los niños hiperregalados existen, tanto en la vida real como en la virtual. Son esas criaturas que reciben decenas de obsequios en sus cumpleaños, sus comuniones y, por supuesto, las fechas navideñas. Son esos niños y niñas que en los Chiquiparks se sientan en tronos facilitados por el local y van recibiendo, con ademanes principescos, la ristra de regalos con la que los agasajan amigos y familiares. O esos infantes que el día de Navidad acaban apabullados y agotados de tanto tener y desempaquetar.
Algunos de ellos —como las hermanas conocidas como las Ratitas— son estrellas del canal infantil de YouTube. Y los videos, en los que se las oye chillar de supuesta emoción ante los muros de paquetes que les ha traído Santa Claus, cuentan con millones de visualizaciones. Los regalos, desmedidos, lucen el logotipo de las marcas que esponsorizan a estos nuevos ídolos infantiles, que han transformado la publicidad de juguetes.
Hoy los niños reciben más regalos que nunca. En parte, porque cada vez hay menos criaturas, y las pirámides familiares se han invertido. En consecuencia hay más ancestros que descendientes, y esos ancestros (padres, madres, abuelos, tíos…) se vuelcan en agasajos hacia la prole.
Regalar es un acto de afecto y generosidad y, sin duda, un regalo acertado puede dar mucha satisfacción. pero entre consumismo, publicidad y escasez de niños, la receta para el exceso está servida.
“Sí, hoy se regala demasiado, el niño hiperregalado es una realidad”, coincide Núria Casanovas, psicóloga especializada en niños y adolescentes. Para esta experta, este alud de presentes: “Es una muestra más de esta crianza excesiva que hoy impera”, explica. “Pero lo curioso”, añade, “es que se ve normal: no hay pensamiento crítico a la hora de comprar, o cuando se tiene la teoría (se sabe que 'no hay que
pasarse') aparece ese rol emocional de padre, madre, tío, tía o abuelos y… cuesta tenerla presente”. Y, en consecuencia, se compra en exceso: no somos lo suficientemente conscientes o nos justificamos con frases tipo 'lo necesita', 'es educativo', 'pero es que le gusta mucho' o 'le hace feliz'.
Los niños lo quieren todo, y sus familiares se lo consienten
Los regalos son una muestra de afecto pero también una forma de compensación. “Tenemos unas generaciones a las que les han faltado bastantes cosas, y en el regalo está esa compensación de esta carencia”, apunta Núria Casanovas. También, añade la psicóloga, se juega con el tema de la culpabilidad: “Parece que si nuestros hijos tienen menos que los otros los señalarán y sufrirán”. Y “como estamos biológicamente muy programados para evitar que nuestros hijos sufran”, caemos en el dispendio. De esta flaqueza se aprovechan el marketing y la publicidad que transmiten que la felicidad se consigue poseyendo muchas cosas.
Photo: © StockSnap / pixabay

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