Los adultos sufrimos en la vida diaria de ansiedad, prisas, tensiones, problemas... No debemos pensar que la infancia es siempre un momento plácido de la vida, en ocasiones los niños también son víctimas de esos mismos males. Para todos, dice El País, el yoga puede aportar paz, y con unos minutos diarios sería suficiente.
Beneficios del yoga
Conseguir la calma. El yoga no son únicamente posturas acrobáticas (aunque a veces lo parezca). Enseñarles técnicas de respiración (las
pranayamas) a los niños fortalece sus pulmones, pero también permite canalizar sus emociones. “Cuando los ves que entran dándole vueltas a la esterilla o vienen muy agitados, conviene bajar esos niveles de serotonina, por lo que nos detenemos más en la respiración y en una relajación más larga, centrándonos menos en el ejercicio físico”, cuenta Aguado. Según la doctora Nazareth Castellanos, neurocientífica que lleva más de 20 años estudiando el cerebro, que “en la última década, se está empezando a reconocer la increíble relevancia de la respiración, hasta hace poco inadvertida para la neurociencia, en nuestro bienestar, cognición y emociones”.
Mejora la atención. Castellanos añade que de una investigación se extrae que “la información de cómo respiramos influye en nuestros sistemas de memoria y atención”. Diariamente, observa que los niños, se distraen cada vez más en clase: “El yoga, a través de la respiración y de las posturas, aumenta la atención y concentración, lo que permite que valoren mejor lo que están haciendo en cada momento”.
El autoconocimiento. Según los expertos consultados, a través de las posturas (asanas), los pequeños consiguen conocer mejor su cuerpo, su lateralidad y potenciar el equilibrio. Pero, además, el yoga ayuda a que aprendan de sí mismos, enriqueciendo su autoestima y manejando mejor los conflictos.
Activa el cuerpo. Los niños y adolescentes pasan muchas horas sentados al día, con el perjuicio para su espalda y el resto de órganos.
El yoga propone movilizar todos los grupos musculares, las articulaciones, el flujo sanguíneo, etc. Para los más pequeños, esta práctica se puede presentar como un juego. “Hacen el saludo al sol cantando y les presentas las posturas con un cuento e imitando animales:
un jaguar, una cobra, se van a la montaña... El que más les gusta es el león porque pueden gritar y expresarse”, relata Aguado.
Reduce el estrés. Según explican, algunas publicaciones sugieren que el yoga es eficaz para reducir la ansiedad y el estrés, y mejorar el estado de ánimo y bienestar, ya que podría disminuir los niveles de cortisol, hormona vinculada al estrés. Otro estudio destaca que al implementar este tipo de actividades en el entorno escolar, es posible ir a la base: enseñar estrategias saludables para hacer frente a los factores estresantes.
Mejora el rendimiento. Es lógico pensar que al estar más tranquilos y más centrados, con el estrés bajo control, los niños puedan abordar mejor sus estudios y estos les resulten más fáciles y motivadores, lo que repercute directamente sobre su rendimiento académico, según informan los expertos.
Ayuda a resolver conflictos. En algunos países, como Estados Unidos, México o Argentina, existen iniciativas que utilizan el yoga como una herramienta para reducir el bullying: “Estos programas se basan en que, como la práctica interviene en la autorregulación, consigue un mejor manejo de los impulsos y de las emociones”.
Los padres pueden continuar con su práctica en casa
Todas estas acciones no solo son favorables en el aula. En casa también se puede continuar con otros minutos de respiración y posturas. Durante los meses de confinamiento, gran parte de la población se sumía en clases de yoga online con el fin de dar tranquilidad, moverse un poco y dejar de pensar en lo que se estaba viviendo. Los más avanzados seguían sus sesiones a distancia para no perder la práctica ni todos los beneficios que aporta. Muchos invitaron a sus hijos a unirse a ese ratito de desconexión de las noticias, el encierro que tanto les afectó o, simplemente, tener una actividad común.
En muchos casos funcionó de maravilla, lo que puede ser una señal para continuar con este hábito. Mayte Aguado da algunas recomendaciones:
Lo primero es habilitar un rincón de la casa donde poder realizar la práctica con los hijos. No necesita más infraestructura que un espacio con luz natural, temperatura agradable, plantas o algún ambientador que guste.
Lo ideal es empezar por la respiración, sentados o tumbados, que se puede explicar incluso a niños muy pequeños. Inhalar y exhalar, con los ojos cerrados, imaginarse el recorrido del aire, relajar los músculos y también irlos visualizando mentalmente a medida que se van nombrando.
“Y, sobre todo, que ellos observen cómo respiran”, incide Aguado.
Algunas posturas fáciles y seguras son los saludos al sol, el árbol, la montaña, la mariposa, el perro bocabajo, la estrella, el triángulo, la cobra... Existen un montón de kits de láminas ilustradas (en papel y en internet) con indicaciones muy sencillas.
Contar una historia corta a medida que indicas las posturas siempre suma; será útil para reforzar su atención y, a la vez, imprimir un sello familiar a la actividad.
En el caso de optar por sesiones breves, es bueno variarlas cada día. Pero es importante observar y escuchar lo que los niños quieren en ese momento. La idea es que el yoga los relaje, no los incomode ni estrese más.
Por último, tener un rato de yoga (no es necesario una sesión
completa) e incorporarlo como una rutina diaria, sin duda, estrechará los lazos entre padres e hijos: calmarán las tensiones en casa, las discusiones por hacer los deberes u ordenar su habitación.
Photo: © PXHere
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