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Tradiciones culinarias: el pan dulce que teje memorias y habilidades en familia

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En la cocina de la familia Cheesman, el aroma a canela y masa horneada marca el inicio de las fiestas. Gail Cheesman, conocida como "Gigi" por sus nietos, mezcla harina y miel junto a Bennett, de cuatro años, en un ritual que repiten cada año. “Los olores nos transportan a personas o lugares queridos. Es como revivir un álbum de fotos, pero con los sentidos”, afirma Gail a KSLTV.

Esta tradición, que comenzó hace una década, no solo une a tres generaciones, sino que también sirve como un espacio de aprendizaje informal. Bennett cuenta cucharadas de azúcar mientras su abuela explica cómo el calor activa la levadura. Según Megan Shaw, gestora de programas infantiles en Neighborhood House, actividades como esta “construyen resiliencia y empatía. Al seguir una receta juntos, los niños practican lectura, matemáticas y comunicación sin darse cuenta”.

El impacto cognitivo y emocional de cocinar en familia

Un estudio de la Universidad de Valencia (2023) con 500 familias reveló que el 68% de los niños que participan regularmente en preparaciones culinarias con adultos muestran mayor capacidad para resolver conflictos. Además, el 72% de los abuelos encuestados reportaron sentirse más conectados emocionalmente con sus nietos tras compartir estas actividades.

Jessica Cheesman, madre de Bennett, observa cómo estas experiencias moldean a su hijo: “Aprende que equivocarse es parte del proceso. La semana pasada, derramó harina, pero Gigi le enseñó a reírse y limpiar”. Para Shaw, estos momentos “validan las emociones de los niños. Al ver que los adultos toleran errores, entienden que el perfeccionismo no es requisito para ser amados”.

Las tradiciones como antídoto contra la prisa moderna

En una era donde el 60% de las familias estadounidenses cenan frente a pantallas (según un informe de Common Sense Media, 2024), rituales como el de los Cheesman ganan relevancia. La neuropsicóloga española Laura Rojas-Marcos explica: “Las actividades multisensoriales —tocar texturas, oler ingredientes— activan el hipocampo, área cerebral vinculada a la memoria. Por eso, estos recuerdos perduran décadas”.

En el caso de Bennett, el pan no solo es un alimento, sino un puente entre generaciones. Mientras amasa, Gigi le habla de su bisabuela, quien llevaba la misma receta desde Sicilia. “Es nuestra forma de mantenerla presente”, dice.

Más allá de la cocina: habilidades para la vida

Preparar alimentos juntos también fomenta autonomía. Un experimento de la Universidad de Chile (2024) demostró que niños que cocinan con frecuencia desde los tres años tienen un 30% más de probabilidades de mostrar iniciativa en tareas domésticas a los siete. Bennett, por ejemplo, ahora pide pelar zanahorias o batir huevos sin ayuda.

Shaw advierte, sin embargo, que el objetivo no es la eficiencia: “Se trata de compartir tiempo sin prisa. Aunque el pan quede imperfecto, lo valioso es la complicidad construida”. Gail coincide: “El desorden es parte de la diversión. Bennett sabe que aquí puede mancharse sin regaños”.

Mientras el pan dulce de los Cheesman se dora en el horno, Jessica reflexiona: “Ojalá Bennett enseñe esta receta a sus hijos. Sería como heredar un abrazo en forma de alimento”. En un mundo acelerado, gestos aparentemente pequeños —medir harina, esperar la fermentación— se convierten en lecciones de paciencia, legado y amor incondicional.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © StockCake

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