Si es difícil con la comida puede sufrir un trastorno, no un capricho
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Lucia
Niños complicados en la mesa ha habido siempre, para desesperación de sus padres y madres, pero quizás no sepas que puede no tratarse de un capricho, sino de un problema de salud. El trastorno de evitación/restricción de la ingesta de alimentos (TERIA), también conocido como ARFID por sus siglas en inglés, afecta al 3,2% de los niños entre 8 y 13 años, siendo más frecuente en chicos. Este trastorno, incluido en la Guía de consulta de los criterios diagnósticos de la American Psychiatric Association desde hace unos diez años, va más allá de una simple preferencia alimentaria y puede tener serias consecuencias, como pérdida de peso significativa, deficiencias nutricionales y problemas psicosociales, cuenta La Vanguardia.
“El rechazo a ingerir alimentos los lleva a una bajada de peso que puede repercutir en su crecimiento e incluso poner en riesgo su salud”, explica Eduard Serrano, jefe de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Sant Joan de Déu, donde actualmente tres niños con este trastorno están siendo alimentados por sonda. Aunque el TERIA comparte algunos síntomas con otros trastornos alimentarios, como el infrapeso, se diferencia de la anorexia nerviosa o la bulimia en que no existe un miedo al aumento de peso ni distorsión de la imagen corporal.
Según la psicóloga Bárbara Citoler del Hospital Vall d'Hebron, “en general, nos encontramos con niños que se quieren recuperar”.
El TERIA presenta diferentes perfiles de pacientes, como aquellos que muestran bajo interés por la comida, los que restringen su dieta debido a las propiedades sensoriales de los alimentos (textura, olor, temperatura), y aquellos cuyo trastorno se desencadena por un episodio traumático relacionado con la alimentación, como un atragantamiento o alergia. “El perfil ansioso es el más común y se corresponde con el 50% de los casos”, señala Serrano, aunque también es frecuente que los niños presenten una mezcla de varios perfiles. Citoler menciona el caso de un niño de 11 años que solo comía patatas fritas, arroz, aros de cebolla y pan, lo que le causaba obesidad y otros problemas de salud, y combinaba los perfiles ansioso y sensorial.
Este trastorno también se ha relacionado con el espectro del autismo y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), ya que los niños con estas condiciones pueden experimentar dificultades adicionales en la alimentación debido a la sensibilidad sensorial que implica. En el Hospital Vall d'Hebron, han tratado a varios niños con TERIA, incluyendo una niña de nueve años con un trasplante de pulmón que no ingería alimentos y debía ser alimentada por sonda. “No sabía ni mover la mandíbula”, revela Citoler.
Aunque el TERIA es más común en niños, también puede afectar a adultos, aunque en menor medida. La psicóloga Toñi Amaro, de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Universitari Mútua Terrassa, ha tratado a varias mujeres jóvenes que no fueron diagnosticadas en la infancia. Un ejemplo es el caso de una paciente que, tras el divorcio de sus padres, restringió aún más su dieta, que ya era limitada desde pequeña.
El tratamiento del TERIA requiere un enfoque multidisciplinario que involucra tanto al paciente como a la familia. Según Citoler, es esencial trabajar con el afectado para identificar sus creencias sobre los alimentos y luego realizar una exposición gradual para superar el rechazo. La familia juega un papel clave en este proceso, ya que puede supervisar y apoyar el tratamiento, tanto en niños como en adultos.
Aunque el TERIA tiene un alto componente hereditario, con una heredabilidad del 70-85% según un estudio del Instituto Karolinska en Estocolmo, los especialistas insisten en que no se debe culpabilizar a las familias. Sin embargo, su intervención temprana es fundamental para prevenir que el trastorno se cronifique. “De ellas depende que no se enquiste y que se detecte de forma precoz”, concluye Serrano.
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