
Recomendaciones de los CDC sobre el comportamiento infantil
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Marcos, de 10 años, lleva meses negándose a seguir las normas en casa y en el colegio. Sus padres notan que sus berrinches son más intensos que los de sus compañeros: rompe objetos, insulta a profesores y se niega sistemáticamente a cumplir tareas. Tras visitar a un psicólogo, reciben un diagnóstico: trastorno negativista desafiante (ODD). Casos como este son más comunes de lo que se cree, pero suelen confundirse con "mala educación" o etapas pasajeras.
El ODD y el trastorno de conducta (CD) son las dos categorías principales de los llamados "trastornos externalizantes", donde la agresividad y la violación de normas sociales son centrales. Mientras el primero suele aparecer antes de los 12 años —con rabietas frecuentes, resentimiento y tendencia a molestar a otros—, el CD se manifiesta en adolescentes mediante actos como robos, crueldad hacia animales o fugas del hogar. "No hablamos de niños que ocasionalmente discuten, sino de patrones persistentes que afectan sus relaciones y funcionamiento diario", explica un informe de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP).
El límite entre un comportamiento esperado y uno patológico es difuso. La AAP señala que el 65% de los niños de 2 a 8 años muestran episodios de desafío, pero solo el 3% cumple criterios de ODD. La clave está en la frecuencia, intensidad y duración. Por ejemplo: un niño con ODD puede tener rabietas diarias durante seis meses, mientras otro sin el trastorno las presenta semanalmente sin impacto severo.
El CD, en cambio, implica violaciones graves —como incendios premeditados o agresiones físicas— y suele coexistir con otros problemas. Un estudio de 2023 publicado en "Journal of Adolescent Health" halló que el 40% de los jóvenes diagnosticados con CD habían tenido contacto con el sistema judicial antes de los 16 años.
De la terapia conductual a los hábitos cotidianos
El tratamiento temprano es crucial. Para menores de 12 años, la evidencia apunta a entrenar a los padres en técnicas de modificación conductual. "Se trabaja en fortalecer el vínculo afectivo y responder consistentemente a las conductas disruptivas", detalla el manual clínico de la AAP. En adolescentes, se combina terapia familiar con intervenciones escolares.
Además de abordajes profesionales, pequeños cambios en el estilo de vida pueden mitigar síntomas:
-Actividad física diaria: Correr, nadar o practicar deportes de equipo ayuda a regular impulsos.
-Dieta rica en omega-3: Presente en pescados y nueces, este nutriente se asocia a mejor salud cerebral.
-Rutinas de sueño: Dormir menos de 9 horas en la preadolescencia aumenta irritabilidad.
Acceso a ayuda: más allá del estigma
Buscar apoyo sigue siendo un desafío. Según la AAP, el 60% de los niños con trastornos de conducta no reciben tratamiento adecuado. Las familias pueden iniciar con el pediatra, quien puede derivar a psiquiatras infantiles o programas especializados. Para quienes carecen de seguro médico, los centros de salud comunitarios ofrecen servicios a bajo costo.
La AAP también alerta sobre errores comunes: "Castigar sin enseñar alternativas o ignorar problemas académicos subyacentes —como dislexia— puede empeorar las conductas". Marcos, tras un año de terapia, ahora utiliza una tabla de emociones para expresar su enojo. Su madre resume el proceso: "Aprendimos que no se trata de domarlo, sino de entender qué hay detrás de sus explosiones".
© SomosTV LLC-NC / Photo: © mohamed abdelghaffar-Pexels
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