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Que aprendan pronto a empacar

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La mochila de ruedas azul turquesa avanza por el pasillo con cierta torpeza. Lucas, de cinco años, tira de ella con determinación mientras su madre observa desde la puerta. Dentro lleva tres conjuntos de ropa doblados con desigual esmero, una bolsa de aseo con su cepillo de dientes favorito y un dinosaurio de plástico. Es su primer equipaje hecho sin ayuda adulta, resultado de un ritual que cada vez más familias incorporan antes de las vacaciones: convertir la preparación de la maleta en un ejercicio de autonomía infantil.

El proceso comienza con la elección del contenedor. "Lo ideal es que tengan su propia maleta o mochila", explica el manual de Bebés y Más, recurso citado por educadores. No es un capricho: la pertenencia genera responsabilidad. Los niños no solo guardan sus cosas, sino que se hacen cargo del equipaje durante el viaje. La elección del diseño -desde estampados de astronautas hasta motivos florales- suele ser el primer acto de soberanía.

Antes de abrir cremalleras, llega la fase crucial: elaborar juntos un inventario. "Ceñirse a lo estrictamente necesario y olvidar los 'por si acaso'", advierte la guía. Este ejercicio en apariencia simple cumple dos funciones: evita olvidos y enseña al niño a crear checklists, habilidad transferible a tareas escolares. En la habitación de Lucía, de nueve años, el papel pegado en la pared enumera:

-Ropa de baño

-Pijamas (2)

-Ropa diaria (4 conjuntos)

-Juguetes (máximo 3)

Fragmentar la hazaña

Para debutantes, la tarea completa puede ser abrumadora. El método propone divisiones por "parcelas": primero la bolsa de aseo, luego los trajes de baño, después los juguetes. "Cuando termine una sección, si muestra interés, pasa a la siguiente", señala el texto. Así lo hizo Marco, cinco años, quien empezó organizando solo su cepillo y pasta dental. Al tercer día, doblaba sus camisetas con ayuda de una plantilla de cartón.

Sobre la cama de Sofía, ocho años, se extienden cinco montones de ropa. Cada uno forma un outfit completo: ropa interior, camiseta, pantalón.

"Preparar un conjunto para cada día resulta muy divertido para los peques", describe la fuente. Este rompecabezas textil fomenta la toma de decisiones -"¿Vestido o pantalones cortos?"- mientras enseña secuencias lógicas. El beneficio colateral: reduce las batallas matutinas durante las vacaciones.

Aquí aparece la lección más tangible: organización espacial. Las maletas con compartimentos o las bolsas con cierre zip se convierten en aliadas.

"Debe entrar íntegramente en su mochila", recuerda el manual. Para Javier, seis años, esto significó elegir entre llevar cinco coches pequeños o dos grandes. Aprendió a doblar camisetas con la técnica del "envoltorio plano" tras tres intentos fallidos.

El momento clave llega antes de cerrar la maleta. Padres e hijos repasan juntos el contenido. Si falta algo, no hay regaños. "Analizar lo ocurrido desde un punto de positivo", propone la guía. Cuando Elena olvidó su gorra en el primer viaje autónomo, su padre anotó: "Para la próxima: lista en la puerta".

Al entregar la maleta en recepción del hotel, el gesto de orgullo del niño vale más que cualquier objeto olvidado. Como resume el texto: "Responsabilizarse de su equipaje es ganar confianza, sentirse capaz de hacer cosas importantes". La cremallera que cierra la maleta es también la que abre un circuito neuronal: la próxima vez, Lucas quizás ayude a su hermana a empacar.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Alex P-Pexels

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