¿Pueden los niños con asma practicar deportes?
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En muchos hogares, la misma pregunta aparece una y otra vez: ¿puede un niño con asma practicar deportes sin riesgo? El temor a que el esfuerzo físico provoque una crisis acompaña a muchas familias, pero los especialistas coinciden en que el deporte no tiene por qué estar prohibido. Al contrario, con planificación y apoyo, la actividad física puede convertirse en una aliada.
“El ejercicio regular y mantenerse activo apoya la función cardiovascular, fortalece los músculos y huesos, ayuda a mantener un peso saludable y mejora el bienestar general”, explica Cheryl Thome, enfermera especialista en asma pediátrica de Banner Children’s. Su mirada insiste en lo esencial: moverse no es un lujo, es parte del tratamiento.
La clave está en el manejo antes, durante y después de la actividad. La prevención de crisis pasa por evitar los desencadenantes, seguir la medicación prescrita y, sobre todo, contar con un plan de acción escrito.
Ese documento, conocido como “plan de acción para el asma”, se convierte en un mapa práctico para todos los adultos responsables: entrenadores, profesores, cuidadores o familiares. Incluye qué medicamentos se deben administrar, cuáles son las señales de alarma y qué pasos tomar en caso de emergencia. “Su hijo a menudo puede evitar las crisis de asma con una combinación de estrategias de prevención y un buen manejo del asma”, subraya Thome.
El inhalador de rescate, acompañado de un espaciador, debe estar siempre a mano. No es un accesorio, es una herramienta imprescindible para que el niño pueda sentirse seguro al correr, saltar o nadar.
Los deportes que ofrecen respiro
No todas las disciplinas implican la misma exigencia. Las que se basan en esfuerzos intermitentes, con pausas entre movimientos, suelen resultar más llevaderas. Ahí entran el béisbol, el softbol, la danza, las artes marciales, el golf, el voleibol, la esgrima, la natación en piscinas bien ventiladas, el yoga o la gimnasia.
Las actividades al aire libre pueden añadir otra dificultad: el contacto con alérgenos como polen, hierba, polvo o moho. En esos casos, los deportes en espacios cerrados ofrecen un margen de seguridad.
Más complicados resultan el fútbol, el baloncesto, el ciclismo o el atletismo de fondo, donde los intervalos de descanso son escasos. También el esquí o el hockey sobre hielo plantean obstáculos por el aire frío y seco que acompaña a estas prácticas.
La rutina recomendada antes de saltar al campo incluye dos inhalaciones con espaciador unos quince minutos antes del inicio, cinco a diez minutos de calentamiento suave, hidratación constante y una fase de enfriamiento progresivo con estiramientos. El objetivo es preparar los pulmones y reducir las probabilidades de que aparezcan síntomas como opresión torácica, tos, sibilancias o falta de aire.
Thome es clara: “Es importante tener los síntomas del asma bajo control para practicar deportes. Al hacer ejercicio, su hijo siempre debe tener a mano su inhalador de alivio rápido con un espaciador.”
Para un niño asmático, la cancha no se limita a la relación entre cuerpo y esfuerzo. Es un espacio compartido en el que otros adultos deben estar preparados. Los entrenadores, maestros y enfermeros escolares tienen que saber que el niño vive con asma y contar con las instrucciones para actuar.
“Es importante compartir los desencadenantes del asma de un niño con sus profesores y entrenadores”, señala Thome. La lista puede incluir animales con pelo, perfumes fuertes o simplemente el aire frío del invierno. La responsabilidad, entonces, recae también en la escuela: evitar mascotas en el aula, prescindir de ambientadores aromáticos o no abrir las ventanas en los días helados.
Los entrenadores, por su parte, pueden modificar las rutinas si la calidad del aire es mala o si la intensidad del ejercicio se vuelve excesiva. Hacer pausas, trasladar la práctica a un espacio cubierto o reducir la carga son formas sencillas de prevenir crisis.
Incluso con un control adecuado, hay días en que lo prudente es no entrenar. Durante una crisis activa, tras una infección respiratoria o en jornadas con humo o niveles altos de polen, la recomendación es descansar. “Deben tomar un descanso de la actividad hasta que los síntomas disminuyan”, advierte Thome. El reposo no es un fracaso, sino parte del cuidado. Saber reconocer los límites evita complicaciones mayores.
La vida activa posible
Con un plan, con medicación y con un entorno preparado, los niños con asma pueden participar en deportes escolares, juegos al aire libre o clases de educación física. El objetivo no es apartarlos de la actividad, sino enseñarles a moverse dentro de sus márgenes de seguridad.
El asma impone precauciones, pero no tiene por qué cerrar puertas. Como insiste Thome, el ejercicio fortalece no solo el cuerpo, también la confianza. En la cancha, el gimnasio o la piscina, los niños aprenden que la respiración, aunque vulnerable, también puede entrenarse.
El asma en niños pequeños suele detectarse en los primeros años de vida, aunque su diagnóstico puede ser complejo debido a que sus síntomas se confunden frecuentemente con los de otras enfermedades respiratorias propias de la infancia.
Los signos que suelen alertar a padres y pediatras incluyen una tos persistente que empeora por la noche o con el ejercicio, silbidos en el pecho (sibilancias), dificultad para respirar y opresión torácica. Estos síntomas se manifiestan especialmente durante episodios recurrentes de bronquiolitis, catarros o ante desencadenantes como el ejercicio, el aire frío, la risa intensa o la exposición al polvo o al polen.
El diagnóstico se basa fundamentalmente en la historia clínica y la exploración física, ya que las pruebas funcionales respiratorias convencionales, como la espirometría, son difíciles de realizar en menores de 5-6 años. El pediatra valorará la frecuencia e intensidad de los síntomas, los antecedentes familiares de asma o alergia y la respuesta al tratamiento con broncodilatadores, que alivia los síntomas de forma característica. En algunos casos, se pueden realizar pruebas de alergia para identificar desencadenantes específicos.
La detección temprana es crucial para iniciar un tratamiento que controle la inflamación bronquial, prevenga las crisis y permita al niño llevar una vida completamente normal.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Nexia Health Care












































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































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