
Prohibir celulares en dormitorios mejora calidad y horas de sueño
publisher
mcora
La Universidad de Ginebra decidió preguntar a más de tres centenares de menores sobre un asunto que suele quedar relegado a las conversaciones familiares: el uso del teléfono móvil por la noche. El resultado de esa encuesta a 329 estudiantes de entre 13 y 15 años, publicado en la revista "Discover Public Health", dejó un dato claro: los jóvenes cuyos padres les prohíben tener el celular en la habitación o utilizarlo después de cierta hora duermen, de media, más de cuatro horas y media adicionales cada semana.
El hallazgo adquiere relevancia en una etapa en la que se recomienda que los niños duerman unas nueve horas diarias, aunque en la práctica muchos apenas alcanzan entre siete y ocho. La diferencia, aparentemente menor, acaba influyendo en cuestiones como la memoria, la atención en clase, la estabilidad emocional y hasta el riesgo de desarrollar síntomas de ansiedad o depresión.
El análisis mostró también que, cuando los padres establecen reglas más estrictas respecto al uso nocturno del smartphone, los menores consiguen sumar unos cuarenta minutos extra de descanso por noche. Ese tiempo, convertido en hábito, se traduce en mejoras perceptibles tanto en la salud como en el rendimiento académico.
“Los padres deberían implicarse porque esto influye en la salud y el éxito de sus hijos”, explicó Kevin Mammeri, doctorando en el Departamento de Neurociencias Básicas de la Universidad de Ginebra y autor principal de la investigación. El mensaje pone de relieve que las decisiones que se toman en casa tienen un efecto más allá de la convivencia cotidiana, y alcanzan aspectos centrales del desarrollo adolescente.
La investigación no solo apuntó a la responsabilidad de las familias. También subrayó el papel que pueden desempeñar las escuelas. Virginie Sterpenich, neurocientífica de la misma universidad, recordó la necesidad de talleres de concienciación sobre la importancia del sueño, porque “muchos estudiantes se acuestan con el celular y no existe una distinción clara entre el tiempo de dormir y el de internet”. La frontera entre descanso y conexión permanente, que se ha ido desdibujando con el acceso continuo a dispositivos, aparece en este estudio como uno de los principales retos para la salud juvenil.
El contexto suizo muestra hasta qué punto el fenómeno ha crecido en pocos años. Entre 2012 y 2020, el número de adolescentes que pasaban más de cuatro horas diarias frente a una pantalla se multiplicó por doce, según investigaciones previas realizadas en el país. Esa transformación coincide con la expansión de los teléfonos inteligentes entre los más jóvenes, y con la normalización de prácticas como quedarse despierto hasta tarde enviando mensajes, viendo vídeos o navegando en redes sociales.
Lo que la Universidad de Ginebra documenta ahora es que imponer reglas sobre estos hábitos nocturnos no solo es posible, sino que se refleja directamente en el tiempo de sueño acumulado a lo largo de la semana. Y en un momento en que la falta de descanso se asocia cada vez más a problemas de salud mental y a dificultades escolares, el dato no es menor.
En definitiva, la investigación coloca en primer plano una cuestión que a menudo pasa inadvertida: cómo la gestión del tiempo de pantalla dentro del hogar puede marcar la diferencia en la vida cotidiana de los menores. Más allá de las recomendaciones médicas o las políticas educativas, las normas familiares sobre el uso del móvil parecen estar funcionando como una herramienta decisiva para garantizar que los jóvenes duerman lo suficiente.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Kampus Production
Comentarios