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Padres con sentido del humor: Niños más felices

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Dicen que la risa es la mejor medicina. En las casas, sin batas blancas ni estetoscopios, suele aparecer en momentos raros: cuando el vaso de leche se derrama y nadie sabe si llorar o reír, o cuando el cansancio del final del día se disfraza con un chiste improvisado. Un grupo de investigadores de Penn State se preguntó si esa risa familiar sirve para algo más que aflojar los hombros tensos. Su estudio, publicado en la revista PLOS One, intenta asomarse a esa pregunta.

La investigación es todavía una puerta entreabierta, un intento preliminar por entender si el humor tiene un lugar claro en la crianza. Lo que encontraron, de momento, es que muchas personas piensan que sí, y que quienes crecieron con algún tipo de humor en casa suelen recordar su relación con sus padres de forma más positiva. No hay recetas ni manuales, solo un muestrario de experiencias que sugiere que una risa a tiempo puede acompañar tanto como una norma clara.

Benjamin Levi, profesor de pediatría y humanidades en el Penn State College of Medicine, aparece en el centro de esta historia. Para él, la risa no es teoría pura. Explica que “el humor puede enseñar flexibilidad cognitiva, aliviar el estrés y promover la resolución creativa de problemas y la resiliencia”. Cuenta que su propio padre lo usaba y que él hace lo mismo, tanto en su práctica clínica como en su familia. Después se pregunta: “La cuestión pasó a ser cómo usar humor de forma constructiva”.

Junto a Levi aparece Lucy Emery, que en el momento del estudio era estudiante de medicina y hoy es residente de pediatría en el Boston Children’s Hospital. Ella observa un paralelismo curioso: tanto en las empresas como en las familias, dice, existe una estructura jerárquica. En el mundo laboral, el humor ha demostrado reducir barreras, fomentar la colaboración y desarmar tensiones. En una casa, donde los choques cotidianos son inevitables, esa chispa puede cumplir una función parecida y suavizar momentos afilados.

Para empezar a medir estas intuiciones, encuestaron a 312 personas de entre 18 y 45 años. Más de la mitad aseguró haber sido criada por adultos que recurrían al humor. Y un 71,8 por ciento estuvo de acuerdo en que puede ser una herramienta útil para criar. La mayoría dijo que ya lo usa o que piensa usarlo con sus hijos. Esa proporción se vuelve aún más llamativa cuando se comparan recuerdos y relaciones: entre quienes describieron una buena relación con sus padres, un 63 por ciento afirmó que ellos empleaban el humor, frente a solo un 3,7 por ciento que dijo lo contrario. Algo parecido ocurrió al preguntar si consideraban que sus padres habían hecho un buen trabajo educándolos: 68,4 por ciento frente a 5,6.

Levi admite que le sorprendió esa brecha tan marcada. No porque esperara que el humor fuera un patrón automático que se hereda, sino por la fuerza con la que las cifras separan dos experiencias de crianza: una con chistes, guiños y alivios breves; otra donde la tensión no siempre encuentra salida.

El estudio aún no responde todo. No señala cuándo el chiste ayuda ni cuándo se convierte en ruido o burla. No analiza qué pasa cuando la risa llega tarde o mal colocada y, en vez de tender un puente, levanta una pared. Ese trabajo vendrá después. El equipo ya prepara una investigación más amplia, con más participantes y relatos cualitativos donde los padres describan situaciones concretas, casi como pequeñas escenas domésticas: la broma que calmó un berrinche, la ironía que fue demasiado lejos, el comentario ligero que convirtió una tarde dura en algo llevadero.

Mientras tanto, Levi plantea su deseo de fondo: que la gente pueda aprender a usar el humor no solo para bajar tensiones, sino para fomentar resiliencia y flexibilidad en sí misma y en sus hijos. Que la risa, usada con cuidado, sea una herramienta más entre tantas, tan válida como establecer límites o escuchar, una manera de enseñar que la vida rara vez es perfecta y que a veces una chispa de ligereza abre espacio para seguir adelante.

Así, lejos de los escenarios de comedia y más cerca de la mesa con cereales y tareas escolares a medio hacer, el humor aparece como un hilo pequeño que se desliza entre generaciones. No siempre hace ruido. A veces es apenas una sonrisa rápida en medio de un caos cotidiano. Pero, según estos investigadores, vale la pena mirarlo de cerca. Tal vez en ese destello breve haya algo más que risa: una forma simple de acompañarse en el camino de crecer y criar.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Vlada Karpovich

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