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Otoño, tiempo de manualidades infantiles

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El aire se vuelve más frío y las tardes se acortan, anunciando un cambio que se manifiesta en cada hoja seca que cruje bajo los pies. Es en esta transición donde surge una oportunidad para compartir con los más pequeños actividades que aprovechan lo que la estación ofrece. Las manualidades de otoño se convierten en una forma de pasar tiempo en familia, lejos de las pantallas, utilizando materiales que la propia naturaleza proporciona.

No se necesita mucho para comenzar. A veces, basta con una pequeña colección de hojas recogidas durante un paseo por el parque o con algunos materiales reciclados que se tengan en casa. Con un poco de imaginación, una tarde gris puede transformarse en un espacio para la creación. La naturaleza inspira por sí sola: una piña, una rama seca o un puñado de hojas de diferentes tonalidades son suficientes para dar rienda suelta a la inventiva.

Existe algo especial en observar las manos de los niños mientras manipulan pegamento, tijeras y elementos naturales. No se requiere ser un experto ni contar con un estudio de arte; incluso sobre la mesa de la cocina pueden nacer pequeños proyectos. Una idea clásica, pero que nunca falla, es la creación de guirnaldas de hojas. El proceso es sencillo: se recogen hojas de varias formas y colores, se prensan bajo un libro para que se sequen planas y luego se pegan cuidadosamente sobre un hilo o cordel. En poco tiempo, la habitación adquiere un toque otoñal que aporta calidez. Una variante más elaborada consiste en añadir pinzas de madera pequeñas, decoradas con los nombres de los niños o con motivos pintados a mano.

Para quienes prefieren una actividad más sensorial, la pintura con dedos utilizando la paleta de colores del otoño —naranjas, marrones, amarillos ocres— es una opción ideal. Se puede comenzar dibujando el contorno de un árbol sin hojas y luego "vestirlo" con las huellas dactilares de los niños, que simulan ser el follaje. El resultado final suele ser sorprendente, incluso con la simplicidad de la técnica.

Quienes dispongan de un jardín o un parque cercano pueden organizar una búsqueda del tesoro otoñal. Se prepara una lista de objetos por encontrar: una bellota, una hoja roja, una piña pequeña... Esta actividad no solo entretiene, sino que también agudiza la capacidad de observación y la curiosidad por el entorno. Para proyectos más estructurados, las linternas con tarros de cristal son siempre un éxito. Se decoran los frascos con hojas, papel de seda o dibujos temáticos, y en su interior se coloca una vela led. Al anochecer, emiten una luz tenue que crea un ambiente acogedor.

La belleza de estas manualidades reside, en gran medida, en que no es necesario invertir en materiales costosos. A menudo, los objetos más memorables surgen de lo que ya se tiene en casa: un rollo de cartón del papel higiénico, una caja de huevos vacía o unos palitos de madera pueden transformarse en creaciones únicas. Por ejemplo, para hacer calabazas de cartón, basta con recortar varias tiras redondeadas, unirlas en forma de acordeón y decorarlas con un trozo de cuerda o una ramita seca. En minutos, se obtiene una decoración con el sabor de la estación.

Otra idea sencilla son los erizos hechos con hojas: se dibuja la silueta de un erizo en una cartulina y se pegan hojas reales a modo de púas. Este ejercicio puede servir también para hablarles a los niños sobre los animales del bosque y sus costumbres durante el otoño.

Entre las propuestas más populares se encuentran también los búhos fabricados con rollos de papel y ojos móviles, las coronas confeccionadas con hojas, piñas y bayas, o los marcadores de páginas realizados con hojas prensadas y cinta adhesiva transparente. Cada uno de estos proyectos se convierte en un pretexto para contar una historia, estimular la imaginación o entrenar la motricidad fina.

El atractivo de estas actividades va más allá del resultado final. Reside en el ritual en sí: el tiempo compartido, el contacto con texturas naturales, la paciencia para seguir los pasos y la satisfacción de ver culminado un trabajo hecho con las propias manos. En un mundo donde todo parece ir a gran velocidad, detenerse para pegar una hoja o pintar con los dedos puede convertirse en un pequeño acto de resistencia, una forma de valorar la lentitud y la creación manual.

Queda, además, ese momento de sorpresa cuando se levanta la hoja de papel y se descubre el dibujo completo, o cuando la linterna hecha en común se enciende por primera vez. El destello de orgullo en la mirada de un niño al mostrar su creación es un recordatorio de que, a menudo, son las actividades más simples las que dejan una huella más perdurable. Años después, al encontrar aquel búho de cartón un poco torneo guardado en una caja, surgirá inevitablemente la pregunta: "¿Te acuerdas de cuando lo hicimos?".

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Amazon

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