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La maternidad con dos niños sí es un verdadero trabajo duro

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A primera vista, cuidar de niños parece una tarea natural, casi instintiva. Pero cuando el reloj marca la tercera hora sin descanso, cuando uno de los pequeños llora sin motivo aparente y el otro insiste en subirse al sofá por décima vez, la sensación cambia. No es solo paciencia lo que se necesita, sino una resistencia física y emocional que, según un reciente estudio, supera incluso la exigencia de un trabajo convencional.

El informe, elaborado por el Pew Studies Center Analysis y citado por el medio Tribuna, indaga en una cuestión que rara vez se mide con datos: cuánto cansa realmente cuidar a los niños. El resultado, aunque intuible para muchos padres y cuidadores, se confirma en cifras. La investigación concluye que atender a dos o más menores resulta más agotador que cumplir con una jornada laboral de ocho horas.

Para llegar a esa conclusión, los investigadores encuestaron a personas de entre 18 y 64 años que tenían bajo su responsabilidad el cuidado de menores en el hogar. Algunos combinaban esa tarea con un empleo formal; otros se dedicaban exclusivamente a las labores domésticas. En todos los casos, la experiencia coincidía en un punto: cuidar cansa, y mucho.

El 12% de los participantes fue tajante al describir su experiencia: cuidar a los hijos es "demasiado agotador" en comparación con un trabajo de oficina. Un 5% fue aún más directo y reconoció que preferiría "trabajar" antes que quedarse a cargo de los niños. Pero no todo el estudio se inclina hacia el desaliento. Para un 62% de los consultados, el cansancio, la fatiga y las noches en vela tienen una contracara emocional que compensa el esfuerzo: la gratificación de criar.

El 36% restante se situó en un punto intermedio. Para ellos, el trabajo remunerado ofrece un sentido distinto, más estructurado y, en muchos casos, más previsible. Tal vez el cuidado infantil, con su mezcla de caos y ternura, no se ajusta al ritmo ni a las reglas de los empleos convencionales.

El estudio no se limitó a padres o madres. Incluyó también a personas jóvenes que cuidan de hermanos menores, sobrinos u otros niños del entorno familiar. En estos casos, el agotamiento tiene un matiz distinto. Quienes asumen esa responsabilidad sin ser los padres suelen hacerlo sin preparación ni recursos, y a menudo sin el reconocimiento social que acompaña al papel de progenitor.

Lo que los investigadores encontraron tras las respuestas es un patrón que se repite: cuidar de niños implica una carga emocional intensa. No se trata solo de alimentar, vestir o vigilar; es sostener la atención de manera continua, adaptarse a los ritmos impredecibles de otro ser humano, interpretar llantos, calmar rabietas, improvisar soluciones. Esa disponibilidad permanente —física y mental— no tiene pausas, ni timbres de salida.

A diferencia del trabajo asalariado, donde existen horarios, descansos y, en muchos casos, una compensación económica, el cuidado infantil transcurre en una esfera donde la recompensa es simbólica o afectiva. El cuerpo, sin embargo, no distingue entre uno y otro tipo de agotamiento. El estudio sugiere que el cansancio derivado del cuidado es más profundo porque se mezcla con la culpa y la autoexigencia.

No son pocos los cuidadores que sienten que nunca hacen suficiente. La encuesta no lo mide en palabras, pero entre líneas se percibe esa tensión: el deseo de atender y el deseo de descansar. El trabajo fuera de casa puede ser monótono; el trabajo dentro, inabarcable.

El estudio del Pew Studies Center no plantea soluciones, ni pretende restar valor al empleo remunerado. Más bien, pone en evidencia algo que suele darse por hecho: cuidar a los niños no es un descanso del trabajo, es otro tipo de trabajo. Uno que demanda energía constante y que, sin embargo, pocas veces se reconoce como tal.

Entre quienes respondieron que lo encuentran “gratificante”, hay un mensaje implícito: la satisfacción no anula el cansancio. Tal vez lo compensa, lo vuelve soportable, pero no lo borra. Detrás de cada niño que duerme plácidamente, hay un adulto con los ojos pesados y las manos ocupadas, consciente de que el día siguiente volverá a empezar antes de lo previsto.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Obra Shalom Campo Grande

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