La compasión infantil empieza por ellos mismos
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Lucia
Los psicólogos nos sorprenden a veces con sus estudios sobre la mente y el comportamiento de los niños. Un reciente estudio de la británica The Royal Society sobre la compasión de los más pequeños la relaciona con su propio beneficio, algo por otro lado bastante habitual entre los adultos, informa La Vanguardia.
¿Los niños son compasivos por naturaleza? Parece ser que sí, pero no siempre. Según un estudio publicado en The Royal Society, los niños solo muestran compasión, ayudan y consuelan a alguien en un aprieto cuando esto no perjudica su propia recompensa. Es decir: solo son compasivos cuando les interesa.
Así funciona la compasión de los niños pequeños
El citado estudio analizó el comportamiento de 285 niños de entre cuatro y cinco años. Se les sometió a una prueba donde tenían que realizar un rompecabezas junto a un adulto o una marioneta, estos últimos con menos piezas de las necesarias para resolverlo o bien con piezas inadecuadas.
Quien resolviese el puzle, obtendría una pegatina como premio.
En algunas fases del experimento, los niños tenían exactamente la misma cantidad de piezas que necesitaban para resolver su propio rompecabezas.
En otras, contaban además con las piezas que les faltaban a los participantes que tenían al lado (el adulto o la marioneta).
Durante la realización del reto, el adulto o la marioneta mostraban angustia para hacer saber al niño que no podían completar su rompecabezas. En todos los estudios realizados, los niños solo ayudaban al otro cuando contaban con recursos adicionales, nunca cuando tenían las piezas justas para completar su propio rompecabezas.
Eso sí, cuando no ayudaban, siempre procuraban consolar a la otra persona. Los investigadores incluso trataron de animar a los niños a compartir las piezas y también les recordaban que estaban en el mismo equipo, pero esto no siempre servía para que se decidiesen a compartir sus propios recursos. En este sentido, observaron que los pequeños eran más propensos a ceder alguna pieza de su rompecabezas después de haber recibido la pertinente pegatina, a sabiendas de que no perderían la recompensa.
“Encontramos pruebas sólidas de que el coste personal reduce la respuesta compasiva. Cuando los niños pudieron ayudar sin sacrificar su recompensa, las tasas de ayuda aumentaron. De manera similar, cuando se les dieron instrucciones explícitas que indicaban que podían ayudar, y por lo tanto se puso en primer plano la ayuda, las tasas aumentaron”, señala la investigación.
“Estos hallazgos indican que el coste personal es un inhibidor mayor para la respuesta compasiva que hacia quién se dirige la compasión. Esto se alinea con la literatura para adultos que sugiere que el coste personal para uno mismo y el interés propio competitivo son inhibidores de la compasión”, añade la conclusión del experimento, de modo que esta falta de compasión está estrechamente relacionada con la competitividad.
Photo: © Patty Brito / Unsplash
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