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Hogares de economía precaria favorecen obesidad infantil

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En cuatro distritos de Londres, un grupo de investigadores decidió mirar más allá de las estadísticas y adentrarse en los hogares para entender cómo las familias influyen en lo que comen los niños. La investigación, liderada por equipos de University College London, la Universidad de Cambridge, la Universidad de Leeds y St George’s, University of London, buscaba aclarar un dilema que preocupa a los responsables de salud pública: por qué, a pesar de las campañas para mejorar el acceso a dietas saludables y limitar la presencia de comida rápida en las calles, la obesidad infantil sigue creciendo entre los sectores más desfavorecidos.

La pregunta central era si la proximidad de locales de comida rápida, cada vez más abundantes en los barrios urbanos, pesa más en las decisiones familiares que las condiciones socioeconómicas de cada hogar.

Para responder, en 2022 entrevistaron a 728 familias con hijos en edad escolar primaria, seleccionadas en zonas con distintos niveles de ingresos y recursos. Algunas entrevistas fueron presenciales, pero la mayoría se realizó por teléfono. A los padres se les preguntó sobre prácticas de alimentación, rutinas en las comidas y preferencias de sus hijos. También se midieron aspectos concretos del peso infantil y se analizaron los ambientes domésticos donde se toman decisiones sobre comida.

Los resultados, publicados en la revista "International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity", apuntaron hacia un patrón inequívoco: las condiciones familiares pesan más que las del vecindario.

Los niños de hogares con mayores carencias mostraban comportamientos alimentarios menos saludables, como comer en respuesta a emociones negativas o a estímulos externos, en lugar de hacerlo por hambre.

También tenían un deseo más fuerte por bebidas azucaradas. En paralelo, los padres de estos hogares tendían a usar la comida como herramienta emocional o a ejercer presión en la mesa, con menos estructura en los horarios y en el tipo de alimentos ofrecidos.

El estudio halló que los entornos familiares con mayor privación eran más propensos a convertirse en lo que los investigadores llamaron “ambientes obesogénicos”, es decir, escenarios en los que la comida poco saludable y las dinámicas de alimentación desordenadas favorecen el aumento de peso. Aunque la exposición a locales de comida rápida en el camino de casa a la escuela también mostró cierta influencia, su efecto fue claramente menor que el de la situación económica y social dentro del hogar.

“Nuestro estudio muestra que la privación tiene un impacto profundo y de gran alcance en los hábitos alimentarios de los niños, en las prácticas de alimentación familiar y, en última instancia, en el peso infantil”, señaló Andrea Smith, coautora principal, investigadora en la Unidad de Epidemiología del MRC en la Universidad de Cambridge y anteriormente miembro de UCL. “Si bien mejorar los entornos alimentarios de los vecindarios sigue siendo importante, no podemos ignorar las condiciones sociales y económicas más amplias a las que se enfrentan las familias.

Abordar la privación debe estar en el centro de cualquier estrategia que busque reducir las desigualdades en la obesidad infantil”.

El estudio, conocido como Family Food Experience Study - London, mostró cómo los efectos de la desigualdad atraviesan la vida diaria. Las familias con menos recursos no solo lidian con la falta de acceso a alimentos frescos, sino también con el estrés financiero y con la presión de una publicidad alimentaria dirigida a sus hijos. Todos estos factores, en conjunto, hacen más difícil sostener una dieta equilibrada.

Los datos se suman a las evidencias nacionales: los niños de familias desfavorecidas tienden a tener índices de masa corporal más altos que aquellos de familias con mayor bienestar económico. Pero este trabajo fue más allá, al documentar los mecanismos por los cuales esas diferencias se consolidan dentro de los hogares, y no únicamente en la calle o en las tiendas del barrio.

Clare Llewellyn, profesora en el Instituto de Epidemiología y Atención Sanitaria de UCL y autora principal, resumió el hallazgo: “Nuestros resultados sugieren que la privación familiar —no solo el entorno alimentario local— es un factor clave en los hábitos poco saludables y la obesidad infantil. Afrontar la obesidad en la infancia significa ir a las causas de fondo, incluyendo las dificultades económicas y la inseguridad alimentaria. Sin una acción política sobre estas cuestiones estructurales, los esfuerzos por promover una alimentación saludable no tendrán éxito”.

El momento en que aparece este estudio no es casual. En el Reino Unido, el Gobierno ha ampliado el acceso a comidas escolares gratuitas, mientras enfrenta la presión para eliminar el límite de beneficios para dos hijos por familia. En ese contexto, los investigadores insisten en que las reformas en la política de bienestar —ya sea mediante subsidios dirigidos para alimentos saludables o eliminando topes en los beneficios— son tan importantes para la salud de los niños como los intentos de transformar la oferta de comida en los vecindarios.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © PXHere

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