
Familias y escuelas deben colaborar para limitar abusos de pantallas en niños
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En un mundo donde las pantallas se han convertido en compañeras constantes, la doctora Esther Rincón, especialista en Psicología Clínica y de la Salud, observa con atención cómo se desarrolla una relación particularmente compleja: la que mantienen niños y adolescentes con estos dispositivos. Desde su experiencia como profesora del Departamento de Psicología y Pedagogía en la Facultad de Medicina de la Universidad San Pablo-CEU, donde dirige el Laboratorio de Nuevas Tecnologías para el grado de Psicología, Rincón ha dedicado años a estudiar las señales de alerta que preceden a lo que denomina "adicciones digitales".
"La concienciación es una parte crucial para prevenir las adicciones digitales", afirma la psicóloga en Hola!. "La implicación de todos los involucrados en el cuidado de un niño o adolescente es fundamental: padres, profesores, pediatras, psicólogos y psiquiatras, y por supuesto, los propios niños. Cuanto antes comience en colegios y familias, mejor".
Sobre la detección temprana de vulnerabilidad en los menores, Rincón señala que existe "una herramienta muy poderosa para prevenir no solo las adicciones digitales sino también cualquier otro tipo de trastorno emocional en nuestros hijos: prestar atención". Explica que aunque las demandas laborales y domésticas a veces dejan poco tiempo para los hijos, es posible observarles de manera estratégica y efectiva. "Si comprendemos las virtudes de nuestros hijos así como sus debilidades, podemos entender mejor cómo apoyar las primeras y minimizar las segundas. En la sociedad digital actual, conocer bien a nuestros hijos es un aspecto crucial de la crianza - y más aún hoy dado los desafíos que enfrentarán como adultos en el futuro, incluido el vertiginoso avance de la IA".
La transición del uso normal al adictivo de las pantallas ocurre, según sus observaciones, "cuando un comportamiento que antes se realizaba por puro placer se convierte en una necesidad". Describe un escenario común: un niño que comenzó jugando cierto videojuego por diversión, pero que gradualmente descuida tareas y obligaciones importantes como la escuela y los amigos. "Si esa necesidad creciente de pasar más tiempo jugando conduce a un impacto negativo en sus vidas: malas notas, descuido de la higiene, reducción del tiempo de sueño, dejar de ver amigos o participar en su hobby favorito; si se vuelven malhumorados o irritables cuando no se les permite jugar al videojuego". Añade que "si un niño busca repetidamente algo para aliviar su malestar y se siente mejor una vez que lo obtiene, podría ser una señal temprana de un trastorno adictivo", aunque aclara que esta situación debería ser evaluada por un profesional de la salud calificado.
Sobre el diseño de las redes sociales, Rincón es categórica: "Las redes sociales son adictivas por diseño. Hay que recordar que cuanto más tiempo se pasa en ellas, mayores son los ingresos para estas empresas.
Así que su interés comercial es claro: más usuarios, más tiempo conectado, más ganancias". Detalla que "los ingenieros que las desarrollan están bien entrenados en cómo captar nuestra atención y 'secuestrarla' para que permanezcamos en esa red social durante más y más tiempo. El diseño de scroll infinito de estas plataformas es un ejemplo claro de esto".
La psicóloga establece una comparación: "Regulamos ciertas drogas porque sabemos que afectan a nuestros cuerpos, pero en el caso de la esfera digital - redes sociales, videojuegos, pornografía online, sexting, etc. - sabemos que afectan a nuestros cerebros, a veces de manera perjudicial, pero nuestras leyes no se han puesto completamente al día con ellas todavía". No obstante, reconoce que "se está avanzando mucho en ese aspecto gracias a las increíbles contribuciones científicas de tantos investigadores, organizaciones y profesionales de la salud".
Sobre las consecuencias concretas en los menores, Rincón describe que "estarán más irritables, porque [los seres humanos] no estamos diseñados para estar pegados a una pantalla durante la infancia y la adolescencia. Si no ponemos límites, evoluciona rápidamente de puramente recreativo a abusivo y adictivo. Cuanto más usen las pantallas, más les irritará no tener acceso a ellas".
Explica además que "está bien documentado que la luz azul de los dispositivos digitales afecta a nuestro cerebro, retrasando la aparición del sueño y deteriorando también la calidad de nuestro sueño. Es perjudicial que los niños usen pantallas antes de acostarse porque no solo retrasa que el niño se duerma, sino que también hace que el sueño sea menos reparador". Agrega que "el uso no supervisado de pantallas por parte de menores es también una oportunidad para que vean contenido inapropiado para su edad, por lo que el riesgo de mal uso aumenta exponencialmente".
En el ámbito académico, la especialista señala que el rendimiento se ve afectado y que "ese es uno de los indicadores que usamos para diagnosticar un trastorno adictivo". Aclara que "el 'multitarea' no existe desde un punto de vista científico. Si tu hijo está haciendo sus tareas escolares en un ordenador o teléfono móvil que tiene miles de notificaciones sonando, va a ser difícil para él concentrarse". Ilustra este punto con un dato concreto: "Si tu hijo está haciendo la tarea y una notificación de redes sociales lo distrae, le tomará unos 30 minutos recuperar el mismo nivel de concentración en la tarea original. Tener que reenfocarse constantemente consume recursos cognitivos. Con estas distracciones, estudiar requerirá mucha más energía. Al final, no serán capaces de concentrarse completamente en el trabajo importante que debe completarse".
Sobre cuándo buscar ayuda profesional, Rincón recomienda estar atentos a "un cambio importante en tu hijo. Como padres, conocemos a nuestros hijos, por lo que puedes detectar esa 'necesidad' de tecnología. Por ejemplo, cambios en el comportamiento, como aumento de la irritabilidad, conductas más sexualizadas de lo que se esperaría para su edad, o si están más tristes o callados de lo habitual. O patrones de sueño y hábitos alimenticios: de repente no les tienta su plato favorito y en cambio quieren ir a jugar videojuegos o revisar sus teléfonos". Menciona una estrategia de detección que considera útil: "el detox digital. Si impones un período libre de pantallas y tu hijo es incapaz de tolerarlo, es posible que necesites ayuda profesional".
Al ser consultada sobre la edad apropiada para dar un teléfono inteligente a un niño, Rincón comparte una observación personal: "Me llama la atención, y se lo menciono a mis estudiantes en clase, que en 20 años de estudiar los efectos que la tecnología tiene en el comportamiento de las personas, todos los ingenieros de software con los que trabajo me dicen que no dejarán que sus hijos tengan acceso a las redes sociales hasta que sean mayores de edad. Eso realmente me hace parar y pensar". No obstante, matiza que "simplemente prohibir las redes sociales no es efectivo por sí solo. Desde un punto de vista psicológico, cuando prohíbes algo, en realidad lo estás haciendo más atractivo. Es algo que hemos visto históricamente en el campo de la adicción. Pero lo que sí funciona son las regulaciones combinadas con campañas de concienciación y educando a padres y cuidadores".
Sobre los contratos entre padres e hijos al recibir un móvil, la coordinadora del libro "Hiperconectados: ¿Abusan nuestros hijos del móvil e Internet?" se muestra favorable. "Sí. Es un concepto que fue pionero en Estados Unidos: el contrato 'iRules' creado por una madre estadounidense, Janell Burley Hofmann, como condición para darle un smartphone a su hijo". Concluye que "lo importante aquí es que cada familia evalúe sus propios pros y contras para su familia, estableciendo límites y reglas, y también dejando claro que si los rompes hay consecuencias. Una vez establecidas las consecuencias, el padre tiene que cumplirlas".
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Tima Miroshnichenko
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