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El día que cambió mi forma de enseñar

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Lucca entró en mi aula el primer día de clases con una reputación que le precedía. Un expediente de comportamiento del grosor de un libro. Diagnosticado con TDAH, había dado problemas a los profesores cada año. El patrón era siempre el mismo: se negaba a seguir actividades grupales, armaba escándalos durante las lecciones y alteraba cualquier actividad que se pareciera al aprendizaje tradicional.

Pero durante la primera semana, noté algo que los reportes conductuales habían omitido por completo. Cuando Lucca llegaba cada mañana, inmediatamente se dirigía hacia la construcción con bloques KEVA, trabajaba en su proyecto de LEGO en curso o preparaba muestras para el microscopio. Sus creaciones eran interesantes, con propósito, y revelaban una mente que difería de los otros estudiantes de la clase.

Cuando construyó una torre con bloques KEVA, me dijo que era la torre espiral Doarchi. Tuve que buscarla después porque nunca había oído hablar de ella. Su recreación era notablemente precisa. Semanas más tarde, preguntó por qué su padre siempre hablaba de inflación. Así que le enseñé a calcular el interés compuesto. Lo comprendió rápidamente. Solo tenía siete años.

La trampa de la adaptación

Todos los "problemas de comportamiento" de Lucca provenían de una fuente: las aulas tradicionales en las que había estado exigían adaptación. Esto se traducía en sentarse en la alfombra, seguir lecciones predeterminadas y avanzar en el currículo al ritmo establecido por otros. Para el cerebro de Lucca, este entorno era frustrante y tóxico.

Las escuelas, y a menudo los padres, quieren que los niños aprendan a adaptarse, es decir, la socialización adecuada dentro de entornos institucionales. Pero algunos cerebros infantiles simplemente no funcionan así. Actúan porque el aprendizaje basado en la adaptación interfiere activamente con su forma de procesar y entender el mundo.

Eventualmente, dejé de luchar contra los impulsos naturales de Lucca y comencé a decir "sí". Cuando quiso trazar los cuerpos de sus compañeros dentro de una anaconda de tamaño real que había medido con reglas métricas, dije "sí". Cuando prefirió construir en lugar de sentarse durante una lección de lectura, encontré formas de incorporar alfabetización en sus construcciones mediante cuentos de hadas.

El cambio fue inmediato. Los niños pueden ser razonados. Cuando les muestras que aprecias cómo funcionan sus mentes en lugar de corregirlos constantemente, el comportamiento puede cambiar. Lucca no era desafiante. Solo tenía hambre intelectual de formas que el sistema no podía acomodar.

Cuando las escuelas patologizan la disrupción

Los rasgos cognitivos que intentamos eliminar en niños como Lucca son las habilidades que hacen a los humanos irremplazables en un mundo dominado por la inteligencia artificial.

Existen tres habilidades cognitivas críticas con las que los modelos de lenguaje grande luchan:

Pensamiento divergente: La capacidad de generar múltiples soluciones creativas desde un solo punto de partida

Expansión conceptual: La capacidad de flexibilizar los límites de lo posible

Superación de limitaciones de conocimiento: La capacidad de pensar más allá de modelos y suposiciones establecidas

Esto es precisamente lo que Lucca hacía cuando cuestionaba por qué el aprendizaje tenía que ocurrir de "esta" manera.

Disrupción creativa versus cuestionamiento destructivo No todos los comportamientos de cuestionamiento son iguales. Existe una distinción crucial entre el cuestionamiento destructivo y la disrupción creativa que determina si un niño se convierte en un pensador innovador o simplemente aprende a socavar sistemas.

El cuestionamiento destructivo busca socavar o ganar atención negativa.

La disrupción creativa busca mejorar sistemas o mejorar la comprensión.

Los disruptores creativos identifican problemas y sugieren soluciones potenciales, mientras que los cuestionadores destructivos solo señalan lo que está mal.

La neurociencia de las mentes creativas

Las conductas que hacen que niños como Lucca sean etiquetados como "problemáticos" pueden reflejar en realidad un tipo diferente de proceso neuronal. Las investigaciones muestran que el pensamiento creativo requiere un cambio dinámico entre redes cerebrales—específicamente la Red de Modo Predeterminado (responsable de la generación espontánea de ideas) y la Red de Control Ejecutivo (que evalúa y refina ideas).

Los cerebros con TDAH sobresalen naturalmente en este cambio de red. Lo que parece distraibilidad es a menudo flexibilidad de pensamiento rápido. Lo que aparece como incapacidad para concentrarse es frecuentemente una hiperconcentración en tareas intrínsecamente interesantes.

Reconociendo la disrupción creativa

Los padres que enfrentan situaciones similares con sus hijos deberían hacer preguntas diferentes:

En lugar de: "¿Qué le pasa a mi hijo?"

Preguntar: "¿Qué no está funcionando en el sistema actual para mi hijo?"

En lugar de: "¿Cómo podemos hacer que mi hijo se adapte?"

Preguntar: "¿Cómo podemos crear condiciones donde mi hijo tenga éxito naturalmente?"

Estas preguntas posicionan a los padres como defensores y colaboradores, y ayudan a los educadores a ver a los estudiantes como seres humanos completos con capacidades en lugar de colecciones de problemas por gestionar.

Los comportamientos que las escuelas suelen patologizar, como la curiosidad intensa, el cuestionamiento incesante y la resistencia a limitaciones arbitrarias, son los rasgos que permiten la disrupción creativa. Algunas mentes infantiles, como la de Lucca, ya están optimizadas para el tipo de pensamiento que nuestro futuro tecnológico demanda.

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