
¿Deberían empezar el kinder los niños un año más tarde que las niñas?
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Cada año, al acercarse la fecha límite de inscripción para el jardín de infantes en Estados Unidos, un número creciente de padres se enfrenta a una decisión que va más allá de la logística escolar: ¿debería su hijo comenzar el jardín a los cinco años, o esperar un año más? Esta práctica, conocida como "redshirting" —un término tomado del deporte universitario— implica retrasar voluntariamente el inicio escolar de un niño con la esperanza de que al ingresar a los seis años, esté más preparado emocional, conductual y académicamente, contó The New York Times.
Aunque el fenómeno lleva décadas presente en pequeños sectores, ha cobrado nueva relevancia por la creciente preocupación sobre las diferencias en el desarrollo entre niños y niñas al inicio de la escolaridad. Diversos estudios muestran que los niños, en promedio, llegan al jardín de infantes menos preparados que las niñas, tanto en habilidades cognitivas como en comportamientos autorregulados. Estas diferencias pueden arrastrarse durante años y, según algunos expertos, tener consecuencias de largo alcance.
Quienes respaldan el redshirting argumentan que darles a los niños un año adicional puede mejorar sus posibilidades académicas futuras. Pero los críticos señalan que este enfoque beneficia de manera desproporcionada a familias blancas de altos ingresos, que son quienes suelen poder permitirse pagar un año más de guardería privada antes del ingreso al sistema público. “Los niños que empiezan a los seis años son en su mayoría varones blancos de familias ricas nacidos en verano”, señala el informe.
Algunos distritos, como el de Nueva York, han restringido esta práctica, excepto en casos específicos. Las autoridades escolares temen que extender el redshirting pueda profundizar aún más las desigualdades ya existentes entre estudiantes de distintos orígenes raciales y socioeconómicos.
Richard Reeves, presidente del American Institute for Boys and Men, propone una alternativa más radical: convertir el redshirting en una política nacional obligatoria solo para los varones. Según él, esto haría más accesible esta opción a niños afroamericanos, latinos y de bajos ingresos, quienes en la actualidad son los menos propensos a ser redshirteados, pero quizás los que más podrían beneficiarse.
“No creo que la razón principal para ofrecer más flexibilidad esté en el jardín de infantes, sino en los años posteriores”, afirma Reeves. “En realidad creo que la adolescencia es cuando las brechas son más grandes, o al menos más decisivas”.
Las diferencias en el desarrollo entre niñas y niños no se limitan a los primeros años. Las niñas suelen atravesar la pubertad alrededor de un año y medio antes que los varones y desarrollan antes habilidades clave para la vida escolar, como la gestión del tiempo, el autocontrol y la concentración.
Joe Strickland, quien fue maestro de secundaria durante 25 años en las afueras de Savannah, Georgia, considera que aplicar el redshirting de manera generalizada a los niños “sería lo más inteligente que las escuelas podrían hacer”. Según su experiencia, “los niños y las niñas a esa edad son completamente diferentes. Las niñas suelen estar enfocadas e interesadas en la escuela. Muchos de los niños, en cambio, solo están en la broma, el juego, cualquier cosa menos concentrarse en su trabajo”.
El caso de Nicole Appell, una maestra de preescolar en Seattle, ilustra cómo puede influir esta decisión. Su hijo ya sabía leer antes de entrar al jardín, pero su maestra de preescolar le sugirió esperar un año más.
“Me sorprendió al principio”, admite Appell. “Pero no estaba emocionalmente listo, se abrumaba con facilidad y lloraba mucho en la escuela”. Con el tiempo, reconoció el valor de la decisión: “Ser un poco más maduro implica poder manejar mejor las situaciones que ocurren en la escuela”.
La evidencia científica sobre el impacto del redshirting es mixta. Algunos estudios encuentran que las ventajas académicas iniciales tienden a diluirse con el paso del tiempo. Otros alertan que podría aumentar las tasas de deserción escolar, ya que los estudiantes mayores alcanzan antes la edad legal para abandonar la escuela. Además, podría retrasar su ingreso al mercado laboral.
No obstante, varias investigaciones a gran escala han encontrado beneficios consistentes en ser mayor al comenzar la escuela. En Florida, por ejemplo, los niños con cumpleaños en septiembre —es decir, los más grandes del aula— obtuvieron mejores resultados en los exámenes de tercer grado y, en menor medida, en octavo grado, en comparación con aquellos nacidos en agosto. También mostraron mayores tasas de ingreso universitario y menores probabilidades de ser arrestados durante la adolescencia. Estas tendencias fueron más pronunciadas en los varones y en los niños de bajos recursos.
Estudios similares en Tennessee y Carolina del Norte respaldan estas conclusiones. Incluso se observó que el redshirting ayudó a reducir la brecha de rendimiento entre varones y mujeres. Otras investigaciones en países como Dinamarca y Reino Unido también hallaron que los niños mayores obtenían mejores puntajes y mostraban más confianza en sí mismos.
Un factor que parece jugar un papel central es la capacidad de autorregulación: sentarse quietos, concentrarse, pensar antes de actuar y completar tareas. En un estudio danés, los niños mayores destacaban justamente en estas habilidades. Thomas Dee, profesor en la Universidad de Stanford y uno de los autores de la investigación, sostiene que estas destrezas se desarrollan en gran parte a través del juego simbólico, común en jardines de infantes con enfoque lúdico. “Los niños mayores probablemente pasaron más tiempo haciendo este tipo de juego en preescolares de calidad”, indica. Aunque advierte que los beneficios del redshirting podrían no manifestarse si ese año adicional se transcurre en un entorno poco estimulante.
Además, se ha encontrado una correlación entre la edad relativa dentro del aula y los diagnósticos de trastornos de atención. Un estudio con 400.000 niños en Estados Unidos concluyó que quienes cumplían años justo antes de la fecha límite de ingreso escolar tenían muchas más probabilidades de ser diagnosticados con TDAH que sus compañeros nacidos poco después. Una investigación similar en el Reino Unido, con un millón de estudiantes, arrojó resultados casi idénticos.
“Realmente importa la edad”, comenta David Figlio, profesor en la Universidad de Rochester y autor del estudio de Florida. Sin embargo, no cree que una política universal de redshirting para varones sea la solución adecuada.
Algunos expertos proponen alternativas. Una de ellas es ofrecer un año adicional de preescolar público, accesible para todos, para que los padres —con asesoría de docentes— puedan decidir si retrasar el ingreso escolar de sus hijos. Otra opción es adelantar la fecha límite para el ingreso al jardín, de modo que todos los niños tengan al menos cinco años cumplidos varios meses antes de comenzar. También se ha sugerido reorganizar los grupos escolares por mes de nacimiento, para que los estudiantes más jóvenes no compartan aula con los mayores.
Otra vía más sencilla y de menor costo, plantean algunos investigadores, sería recuperar el enfoque lúdico en la educación inicial, que fue perdiéndose a partir del año 2000. “Los varones son la mitad de la población, así que si estamos haciendo cosas en la escuela que los perjudican, la respuesta no debería ser el redshirting”, opina Diane Whitmore Schanzenbach, profesora de política educativa en Northwestern.
“Podemos hacer algo más barato y mejor, como no sobreintelectualizar el jardín de infantes: más tiempo en círculo, menos hojas de trabajo sobre círculos”.
El debate sobre el redshirting sigue abierto. Mientras tanto, muchas familias continúan tomando decisiones caso por caso, sopesando la madurez emocional, las posibilidades económicas y los consejos de docentes, en un sistema que todavía no encuentra una respuesta clara para abordar las desigualdades de género y clase desde el inicio de la vida escolar.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Kids 1st Learning Center
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