Cuento de verano: Pedro, el tesoro y los nuevos amigos
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Lucia
Érase una vez, en un pequeño pueblo costero, un niño llamado Pedro que adoraba el verano y los días soleados, por lo que esperaba siempre con mucho entusiasmo la llegada de tan mágica estación, que solía dar comienzo siempre con el fin de las clases.
Pero, llegado el esperado y último día de escuela, el pequeño Pedro se encontró con un mapa en el interior de su mochila justo al volver a casa. El mapa mostraba un extraño tesoro escondido en algún lugar de su pueblo, marcado con una gran X brillante. ¡Qué emoción sintió Pedro ante aquel misterio! Y sin perder un segundo decidió embarcarse en una emocionante aventura para encontrar aquel tesoro perdido. ¿Acaso había mejor forma de dar la bienvenida al verano?
Así, y siguiendo con mucho interés las pistas del mapa, Pedro fue recorriendo las calles del pueblo hasta llegar a una antigua casa abandonada en los aledaños del bosque. Con valentía, y una vez situado ante su puerta, Pedro se introdujo en su interior y pronto llegó hasta un precioso jardín lleno de coloridas flores y de sabrosos árboles frutales.
Pero no solo eso, porque en aquel jardín había mucha más vida y sorpresas, como la de un grupo de ardillas juguetonas que reían a carcajadas a los pies de un precioso almendro, o el de las mariposas de mil colores que sobrevolaban en su jardín y se posaban sobre su cabeza con mimo.
Y mientras Pedro observaba todo boquiabierto, un pájaro cantarín se aproximó hasta sus pies y entabló una pequeña charla con Pedro. Aquellos animales estaban dispuestos a colaborar en la búsqueda del tesoro perdido, por lo que todos salieron de la casa y exploraron un poco más el pueblo hasta llegar a la playa, donde se refrescaron un poco e hicieron un increíble castillo de arena en la orilla del cristalino mar.
También se lo pasaron de lo lindo saboreando algunos helados que compró Pedro y descubriendo más lugares ocultos en el pueblo en un agradable paseo en bici, que por supuesto llevaba cesta para pasear también a todos los animales.
Pedro estaba disfrutando tanto de aquel día que casi comenzaba a olvidarse ya del objetivo inicial, el de dar con el misterioso tesoro que se había encontrado en el mapa, aunque finalmente, ya de atardecida, llegaron al lugar marcado con la X en el mapa: un hermoso y majestuoso árbol colmado hasta arriba de jugosas frutas maduras que parecía como salido de la nada. Desde luego el día había sido perfecto, porque además de hacer nuevos y grandes amigos, Pedro había podido trabajar en equipo y compartir risas y experiencias fabulosas que no olvidaría jamás. ¡Y eso que era el primer día del verano!
El pequeño y sus amigos no dudaron en disfrutar de un delicioso banquete a los pies del misterioso árbol, y tan solo un rato después Pedro comprendió cuál era el tesoro escondido: esos momentos inolvidables y esos lazos de amistad mágica que sabe ofrecer el verano a los niños como ninguna otra estación. Y así, con los estómagos llenos y la alegría inundando el alma, Pedro y sus amigos los animales regresaron al pueblo con el corazón lleno de gratitud.
Tenían que despedirse, pero sabían que por delante quedaba todo un verano entero por disfrutar, lleno de nuevas cosas que descubrir y de momentos inolvidables que permanecerían durante el resto de sus vidas.
(Un relato de Cuentos de Estaciones, Bosque de Fantasías).
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