
Cuando tus niños se hacen los sordos
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A estas alturas de las vacaciones estivales, muchos padres experimentan una tensión creciente. Los días interminables, la relajación de horarios y la aparente sordera selectiva de los niños -que solo reaccionan al carrito de helados- generan fricciones domésticas. Expertos en desarrollo infantil proponen enfoques prácticos para estos escenarios cotidianos, dice Aleteia.
Cuando las instrucciones repetidas sobre calzado o sofás ignoradas elevan la frustración, la prioridad no es imponer obediencia sino recuperar la calma. "Los niños captan nuestra energía antes que nuestras palabras, especialmente en verano con tantos estímulos", explica una psicóloga infantil. Alejarse momentáneamente, respirar profundo o recurrir a frases como "Señor, dame paciencia... ¡y rápido!" permite responder en lugar de reaccionar.
La aparente desobediencia suele ser distracción. Un niño absorto observando hormigas puede no registrar voces a distancia. Acercarse físicamente, establecer contacto visual y usar su nombre marca la diferencia. "Agacharse a su altura les recuerda que no eres solo una voz flotante, sino alguien presente", señala una terapeuta familiar.
Los monólogos parentales -desde recoger crayones hasta disertaciones sobre filosofía benedictina- pierden efectividad. La propuesta: instrucciones breves y pausas. "Un enunciado claro. Una sola dirección. Luego silencio. Los niños asimilan mejor palabras directas que discursos", indica una especialista en comunicación familiar.
Aunque el verano desestructura, ciertos rituales brindan seguridad: horarios de despertar, canciones para ordenar o comidas sin pantallas.
"No se trata de regimentar cada minuto. Dos o tres anclajes diarios mejoran la autorregulación infantil", sugiere una educadora.
Los berrinches públicos o disputas por tazas azules no reflejan fracaso parental. "Estos momentos no significan que estamos fallando. Somos humanos, y ellos están aprendiendo", recalca una orientadora. El crecimiento mutuo en paciencia y humildad forma parte del proceso.
Frente a manchas de mantequilla de maní en la pared o peticiones infinitas de snacks, emerge un recurso inesperado. "A veces solo queda susurrar: 'Señor, ayúdame a amarlos bien... incluso ahora'". Los expertos coinciden: "Los niños quizá no recuerden cada corrección, pero sí cómo los hiciste sentir. ¿Escuchaste tras los gritos? ¿Ofreciste abrazos? ¿Modelaste la paciencia que exiges?".
Al caer la noche, cuando el conteo regresivo para la hora de dormir se mezcla con ruegos para que cesen los golpes con noodles de piscina, los especialistas recuerdan que este agotador trabajo cotidiano forja vínculos profundos. Y si las estrategias fallan, siempre queda el consuelo compartido de un helado.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Ron Lach
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