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Cuándo ser demasiado generosos con nuestros niños empieza a ser contraproducente

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En un mundo donde los zapatos de lujo para niños cuestan más que el salario semanal de muchos padres y donde las fiestas de cumpleaños incluyen fotógrafos profesionales y candy bars temáticos, la pregunta resurge: ¿en qué momento la generosidad de los padres comienza a hacer más daño que bien?

Psicólogos infantiles llevan años advirtiendo que colmar a los hijos de bienes materiales puede erosionar su capacidad para valorar lo que tienen, desarrollar resiliencia y entender el esfuerzo detrás de las cosas. Sin embargo, en una sociedad donde el consumo se ha convertido en lenguaje de afecto, muchos padres se encuentran atrapados entre el deseo de darles "lo que ellos no tuvieron" y el temor a criarlos con una percepción distorsionada de la realidad.

Las marcas han detectado este fenómeno. Según un informe de 2023 de la consultora McKinsey, el sector de productos premium para niños crece a un ritmo del 8% anual en Europa y Norteamérica. Desde mini zapatillas de edición limitada hasta mochilas que superan los 300 dólares, la oferta se amplía para satisfacer una demanda impulsada, en parte, por padres que buscan "lo mejor" para sus hijos.

Pero ¿qué ocurre cuando "lo mejor" se mide en precio más que en utilidad? Un estudio publicado en el "Journal of Consumer Psychology" reveló que niños de 8 a 12 años expuestos constantemente a productos de lujo desarrollaban, con el tiempo, una mayor asociación entre valor personal y posesiones materiales.

Algunas familias han optado por medidas drásticas. Laura, madre de dos niñas, relata: "Después de que mi hija mayor rompiera a llorar porque su tableta no era la última modelo, implementamos la regla del 50%: si quiere algo que no sea esencial, debe ahorrar la mitad de su costo".

Otros, como Marcos, han eliminado por completo los regalos en cumpleaños: "Celebramos con experiencias: un día en la naturaleza, talleres creativos... Al principio hubo quejas, pero ahora valoran esos momentos".

Sin embargo, la presión social complica las cosas. Un informe de una organización de consumidores señaló que el 68% de los padres se ha sentido juzgado por no comprar ciertas marcas a sus hijos. "En el colegio de mi hijo, no llevar las zapatillas 'correctas' puede significar exclusión", confiesa Ana, docente de primaria.

Expertos sugieren que más que reglas universales, lo crucial es la coherencia. "No se trata de cuánto das, sino de cómo lo das", explica la psicóloga infantil Clara Martínez. "Un niño que recibe explicaciones sobre el esfuerzo detrás de un regalo, que participa en decisiones de compra ajustadas al presupuesto familiar, desarrolla una relación más sana con el consumo".

Quizás la respuesta no esté en prohibir las zapatillas de marca ni en satanizar los caprichos, sino en recordar que, como demuestran estudios longitudinales de la Universidad de Harvard, los adultos que reportan mayor satisfacción vital no son aquellos que tuvieron más de niños, sino aquellos que aprendieron a distinguir entre deseo y necesidad antes de los 10 años.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Walmart

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