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Cuando el riesgo resulta beneficioso en la edad infantil

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En los parques y patios de recreo, una batalla silenciosa se libra entre la precaución y la curiosidad. Un estudio conjunto de la Universidad de Coventry y la Universidad de Deakin en Australia arroja nueva luz sobre esta dinámica, revelando que los niños cuyos padres adoptan una postura más relajada ante los juegos que implican cierto riesgo tienen tres veces más probabilidades de cumplir con la hora diaria de actividad física recomendada.

La investigación, dirigida por Alethea Jerebine, encuestó a 645 padres en Australia y descubrió que, aunque la mayoría reconocía los beneficios del juego arriesgado, un 78% se declaraba reacio a permitir que sus hijos asumieran esos desafíos. Este amplio grupo de padres establecía límites claros a actividades como trepar a los árboles, deslizarse en bicicleta cuesta abajo a cierta velocidad o jugar a peleas simbólicas.

"Las razones por las que muchos padres son adversos al riesgo son complejas, y necesitamos tener conversaciones comunitarias más amplias sobre los tipos de experiencias de juego que se les proporcionan a los niños en nuestros parques, patios de recreo y escuelas", señaló Jerebine respecto a los hallazgos. La investigadora añadió la necesidad de "asegurarnos de que tenemos suficientes espacios para que los niños jueguen al aire libre. Los espacios que brindan a los niños la oportunidad de enfrentarse al riesgo cuando juegan proporcionan experiencias de aprendizaje valiosas".

El estudio mostró patrones interesantes en las actitudes parentales. Tanto madres como padres compartían opiniones similares sobre lo que constituye un juego aventurero, pero las madres demostraron mayor preocupación por las posibles lesiones. Asimismo, los padres con un solo hijo mostraron niveles más altos de aprensión en comparación con aquellos con más de un descendiente.

Frente al temor natural de cualquier progenitor, la investigación presenta un argumento basado en la evidencia. "Obviamente los padres no quieren ver a sus hijos sufrir lesiones graves, pero la evidencia sugiere que la mayoría de las lesiones por juego son menores, y las recompensas potenciales de las experiencias de riesgo son grandes", explicó Jerebine. El valor de estos juegos, según el estudio, reside en que "a través de asumir riesgos cuando juegan, los niños aprenden sobre lo que pueden y no pueden hacer, desarrollan confianza e independencia, además de cómo gestionar el riesgo y mantenerse a salvo".

La investigadora hizo hincapié en el aspecto educativo del riesgo medido, describiéndolo como un proceso de aprendizaje fundamental que debería comenzar en la infancia. "Es importante para los niños desarrollar su comprensión del riesgo desde una edad temprana y construir estas habilidades incrementalmente. No queremos que los niños crezcan y la primera vez que se expongan al riesgo sea cuando aprendan a conducir, por ejemplo".

El estudio no aboga por la temeridad, sino por replantear la forma en que las comunidades y las familias conciben los espacios de juego, sugiriendo que la oportunidad de enfrentarse a desafíos físicos moderados es un componente crucial para desarrollar adultos capaces y físicamente activos.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Marko Milivojevic

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