
Cómo ven los niños la bondad o maldad de los adultos
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Los niños pequeños tienen una visión más optimista que los adultos sobre la capacidad de las personas "malas" para transformarse. Un estudio publicado en "Cognitive Development" revela que menores de 7 años creen con mayor frecuencia que bebés, niños o adolescentes considerados "malos" se convertirán en adultos "buenos". Esta tendencia, llamada "sesgo de positividad", estaría vinculada al desarrollo del control inhibitorio —la habilidad para suprimir respuestas automáticas— según la investigación liderada por Hannah J. Kramer.
El experimento involucró a 216 participantes divididos en cuatro grupos: 4-5 años, 6-7 años, 8-10 años y adultos (media de 21 años). A cada uno se le mostraron seis personajes —dos bebés, dos niños y dos adolescentes— etiquetados como "medianamente malos" o "medianamente buenos". Los participantes debían predecir cómo serían estos individuos en otras etapas de la vida.
De la maldad a la bondad: diferencias por edad
Mientras todos los grupos esperaban que los personajes "buenos" mantuvieran su amabilidad a lo largo del tiempo, hubo divergencias con los "malos". Los niños de 4 a 7 años creían que estos serían más amables de adultos que lo previsto por mayores de 8 años y adultos. "Los menores subestiman la estabilidad de los rasgos negativos", explica Kramer. Sin embargo, al retroceder en el tiempo —juzgar cómo eran de bebés los personajes malos—, surgió una curva en U: tanto niños de 4-5 años como adultos consideraron que fueron más bondadosos en la infancia temprana, en comparación con el grupo de 6-10 años.
Los investigadores sugieren que este patrón tiene motivos distintos según la edad. "Los preescolares aplican su optimismo innato, asumiendo que todos parten siendo buenos. Los adultos, en cambio, podrían atribuir la maldad a factores ambientales, no innatos", detalla el estudio.
Control inhibitorio: clave para superar el optimismo
El análisis mostró que quienes tenían mayor control inhibitorio —medido mediante tareas de atención— eran más propensos a creer en la estabilidad de la maldad. "Esta habilidad permite suprimir el sesgo de positividad y basarse en evidencias conductuales", señala Kramer. El vínculo solo se observó para rasgos negativos, lo que sugiere que la amabilidad se percibe como más estable sin necesidad de esfuerzo cognitivo.
Aunque los psicólogos debaten cuán estables son realmente los rasgos de personalidad, el estudio indica que la visión adulta —que asume consistencia— requiere mayor desarrollo cognitivo. "Entender cómo superamos el optimismo infantil ayuda a comprender la formación de prejuicios", añaden los autores.
El equipo espera ampliar la investigación hacia diferencias individuales y factores sociales. "Más allá de la edad, queremos explorar cómo experiencias o contextos culturales moldean estas creencias", concluye Kramer. Mientras, el trabajo recuerda que, para los ojos de un niño, incluso quien parece malo guarda un potencial de redención.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Trinity Kubassek-StockSnap
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