
Cómo encarar con tu niño/a la llegado de otro hermanito
publisher
mcora
La llegada de un nuevo hermano o hermana marca un punto de inflexión en la vida de un niño que hasta entonces había ocupado un lugar de exclusividad en la atención de sus padres. La noticia, dependiendo de la edad, puede ser recibida con entusiasmo, indiferencia o una profunda inquietud. Para los más pequeños, entre uno y tres años, la comprensión del embarazo es limitada; solo cuando los cambios en el cuerpo de la madre se vuelven evidentes, alrededor del quinto o sexto mes, la idea comienza a tomar forma. Sin embargo, la verdadera asimilación ocurre cuando el bebé llega físicamente al hogar.
Antes de ese momento, una estrategia útil consiste en introducir una muñeca con aspecto de bebé. Este objeto se convierte en un instrumento de preparación, permitiendo que el niño simule acciones como cambiar pañales, alimentar o acostar al muñeco, siempre con suavidad. La lectura también sirve como puente para normalizar la situación. Libros como "La Hermanita de Franklin", "La Nueva Hermanita de Francisca" o "El Nuevo Bebé" de Mercer Mayer, ofrecen narrativas con las que los niños pueden identificarse.
Cuando se aproxima el parto, la transparencia es fundamental. Explicar al niño mayor qué sucederá durante esos días —quién lo cuidará, dónde estará la madre— le proporciona seguridad. Los niños pueden adaptarse a los cambios si se les anticipa y se les asegura que existe un plan. Es igualmente importante hablar sobre las posibles alteraciones en su rutina, como las visitas al hospital o los ajustes horarios.
En el ámbito del desarrollo, es frecuente que, ante la llegada del bebé, el hermano mayor experimente un retroceso en logros recientes, como el control de esfínteres o el abandono del biberón. La consistencia en las expectativas por parte de los padres es clave, pero también lo es la flexibilidad, entendiendo que la vida del niño ha cambiado radicalmente sin que él haya tenido ninguna responsabilidad en ello.
Mantener, en la medida de lo posible, las rutinas establecidas del hijo mayor —sus actividades, horarios de juego o lectura— se convierte en un mensaje tácito de que su lugar en la familia permanece intacto. A pesar de las demandas del recién nacido, es crucial encontrar momentos de conexión en solitario con el niño mayor, ya sea durante la lectura nocturna o en una salida al parque sin el bebé. Estos espacios le confirman que sigue siendo importante.
Involucrar al hermano mayor en los cuidados del bebé —siempre bajo supervisión— puede fortalecer el vínculo entre ellos. Acciones como ayudar durante el baño o intentar calmar al lactante con canciones o gestos no solo son útiles, sino que le otorgan un rol activo y valioso.
Sin embargo, es natural que aparezcan comportamientos regresivos o agresivos disfrazados de juego. En estos casos, es necesario establecer límites claros, reconociendo al mismo tiempo la dificultad de la nueva situación. Una conversación honesta sobre los cambios familiares, incluyendo tanto los aspectos complicados como los positivos, ayuda a procesar la realidad: el bebé ha llegado para quedarse.
Finalmente, se invita a los padres a reflexionar sobre su propia historia familiar. ¿Qué lugar ocupaban ellos en la fratría? ¿Recuerdan la llegada de sus hermanos? Esta introspección puede revelar patrones o resentimientos inconscientes que influyen en cómo manejan la dinámica entre sus hijos. Cuanto más consciente sea un padre de sus propias experiencias infantiles, mejor equipado estará para navegar las complejidades emocionales que surgen cuando la familia crece.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Philippe Put
Comentarios