Cómo daña a los niños el exceso de regalos (I)
Nos acercamos a las fiestas navideñas y los niños -especialmente para padres y abuelos- son los principales receptores. Aunque exista la posibilidad familiar de que Santa Claus sea generoso con ellos, el exceso de obsequios es un error, dicen en Sport los especialistas, que reniegan de los pequeños hiperregalados.
María Soto, de Educa Bonito con Disciplina Positiva, recuerda que “los de nuestra generación nos criamos esperando la noche de Reyes como algo mágico, como una mañana única en la que todo podía suceder” e incluso cuando nos hicimos mayores, “por mucho que te costara admitirlo, seguías emocionándote, a pesar de que los paquetes enormes se hubieran convertido en ropa interior y pijamas, la magia estaba ahí”. Sin embargo, en la actualidad, ya no solo hay regalos en Navidad, también en los cumpleaños “en el que cada niño invita al resto de la clase ( y son entre 20 y 25) y, como consecuencia, recibe de 20 a 25 regalos que ha de abrir y enseñar al público.. No ven ni lo que les regalan, es abrir por abrir”.
Hoy en día, afirma María, muchas de las habitaciones infantiles o incluso de juegos están “abarrotadas de miles de juguetes, ordenados y clasificados desbordando cajones y estanterías”, mientras los niños no saben a qué jugar por “sobreestimulación pura y falta total de interés por empacho juguetil”.
Alberto Soler también piensa que los niños reciben excesivos regalos:
“Por supuesto que el niño se merece un regalo, pero es que nunca es UN
regalo: es el regalo de los padres, el regalo de los abuelos, es el regalo de los tíos, es el regalo de los amigos, es una montaña de regalos para niños que ni siquiera han aprendido a pedirlos”. Y se
pregunta: “¿qué pasa con el juguete de la semana pasada, si ahora tenemos uno mucho más atractivo? ¿Cómo podemos disfrutar de quince o veinte regalos a la vez, si nos juntamos con todo esto en los cumpleaños y la Navidad?”. Al final, “los juguetes no son objetos valiosos, sino trastos”.
Alberto se muestra de acuerdo con María. Cuando éramos niños teníamos una pelota y la recordábamos con cariño, pero ahora “las cosas han cambiado y los niños no tienen una pelota, sino una bolsa con 100 pelotas de colores para que se monten su propio parque de bolas en casa.
Así, el valor de cada pelota disminuye”. De hecho, muchos de los regalos no tienen valor porque “no les hemos dado la ocasión de desear esos objetos”.
Sustituir la conexión con los niños por los juguetes
Alberto Soler señala en una de sus Píldoras de Psicología que “quizá, inundar a los niños con tantas cosas no es buena idea”. Según Alberto, aunque hablemos de “niños caprichosos que no hacen más que pedir”, el verdadero problema es que “nosotros les hemos acostumbrado a recibir, recibir y recibir”. Y este empacho empieza incluso antes de nacer, “cuando le llenamos el cuarto de peluches y cachivaches innecesarios”.
Nos preocupa mucho que entiendan el valor de las cosas, pero, nos pregunta Alberto, “¿cómo van a entenderlo si no paramos de regalarles cosas sin ningún motivo?”. Para Alberto, una de las causas de este problema es que “a los padres nos falta tiempo para llegar a todo, porque tenemos que encargarnos de las tareas de casa, de trabajar, de la comida… Y necesitamos darles cosas para que ellos se entretengan” e incluso a veces, “disponiendo de este tiempo, seguimos dándoles cosas para que se entretengan solos”. De esta manera, “nos acostumbramos y los acostumbramos a sustituir nuestra presencia por cosas” y así tenemos “un exceso de cosas y un distanciamiento en las relaciones personales”.
Alberto lamenta que “hayamos olvidado cómo jugar y le demos el regalo, le hagamos una foto” mientras lo desenvuelve y le dejemos jugando y pasemos a otra cosa “en vez de estar tirados en el suelo jugando”. Cree que “les estamos acostumbrando a llenar ese vacío de nuestra presencia con cosas”.
Photo: © m01229 / Flickr
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