Niños que se acuestan temprano mejoran su salud… y la de sus padres
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La hora de acostar a los niños podría tener implicaciones que van más allá de su propio descanso, según sugiere una investigación desarrollada en Australia que ha explorado la relación entre los horarios de sueño infantil y el bienestar de los padres. El estudio, dirigido por Jon Quach, investigador del Instituto de Investigación Infantil Murdoch en Melbourne, definió el "dormir temprano" como el hecho de que los niños estén acostados a las 20:30 horas.
Quach explicó el mecanismo detrás de esta recomendación horaria: al dormir a partir de esta hora, los niños "aumentan su nivel de melatonina, por lo que se relajan y concilian el sueño de manera más fácil". Esta regularidad en el descanso parece generar beneficios que se extienden a toda la unidad familiar.
La investigación, que comenzó en 2004 y se actualiza desde entonces cada dos años, se basó en entrevistas con niños y padres en diferentes etapas del desarrollo infantil. Para este análisis específico, los investigadores utilizieron información recopilada de padres con niños de cuatro a cinco años de edad, luego de los seis a siete años, y finalmente cuando tenían ocho y nueve años.
Al comparar estos periodos sucesivos, los investigadores identificaron un patrón consistente: los niños que se dormían más temprano mostraban una mejor calidad de vida y salud en comparación con los otros niños. Paralelamente, sus padres manifestaban menores niveles de estrés y una mejor salud mental que los padres de niños con horarios de sueño más tardíos.
Las recomendaciones de sueño de la Fundación Nacional del Sueño de Estados Unidos proporcionan un contexto para entender estas observaciones. Esta institución recomienda entre diez y trece horas de sueño para niños en edad preescolar y entre nueve y once horas para los niños en edad escolar.
Los especialistas consultados en el estudio proponen una serie de prácticas para facilitar que los niños concilien el sueño temprano. Entre estas recomendaciones se sugiere que los hijos hagan ejercicio durante el día, que no utilicen dispositivos electrónicos después de las 19:00 horas, y que después de la cena tengan un periodo de relajación. También se menciona la importancia de compartir tiempo en familia antes de meter al niño a la cama, así como evitar cenas pesadas que puedan dificultar el descanso.
Estas prácticas, aparentemente simples, parecen constituir elementos clave en la construcción de rutinas que benefician tanto el desarrollo infantil como el equilibrio emocional de los padres, estableciendo una conexión entre el descanso de los más pequeños y el bienestar de toda la familia.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Shafeeque k
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