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La vocación politica desde la infancia y la brecha de género

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En alguna aula de primaria en Nueva Jersey o en una escuela de Beijing, una niña de ocho años levanta la mano cuando la maestra pregunta quién quiere ser presidenta o presidente cuando sea grande. Otra no lo hace.

No porque no lo haya pensado, sino porque no está segura de si los demás pensarán que esa es una idea razonable. No sabe si se reirán, si alguien dirá que eso es “de varones”, o si en su casa la tomarán en serio. No se trata de una respuesta improvisada, sino de un indicio de algo más profundo: lo que los niños creen que el mundo espera de ellos.

Entre 2018 y 2021, un equipo de psicólogos de universidades de Estados Unidos se propuso entender cómo se forma, desde la infancia, la ambición política. Querían saber por qué, en tantos países —sin importar ideologías ni sistemas— hay más hombres que mujeres en cargos políticos. Y encontraron que parte de la respuesta podría estar en algo tan básico como la percepción de apoyo.

El estudio, publicado en el Journal of Experimental Psychology: General, analizó a más de 360 niños y niñas de entre 5 y 11 años en Estados Unidos y China. Los investigadores, provenientes de universidades como Princeton, Yale, NYU y Boston University, buscaron identificar si existía una relación entre las aspiraciones políticas infantiles y el grado de apoyo social que los niños anticipaban recibir de sus familias y amigos.

Las preguntas eran simples, aunque apuntaban a cuestiones complejas. ¿Creen que sus padres los apoyarían si quisieran ser presidentes o presidentas? ¿Piensan que serían buenos líderes? ¿Les gustaría llegar a ocupar ese lugar?

Una de las autoras del estudio, Rachel Leshin, investigadora postdoctoral en Princeton, sintetizó los hallazgos de forma clara: “Nuestro estudio muestra que la cantidad de apoyo que los niños —y en el caso de EE. UU., especialmente las niñas— creen que recibirán para ocupar puestos de liderazgo político puede ser un factor importante en su motivación para aspirar a esos cargos más adelante en la vida”.

En ambos países, el apoyo social anticipado fue un fuerte predictor de la motivación para llegar a ser líderes políticos. Pero fue especialmente determinante en el caso de las niñas. En Estados Unidos, por ejemplo, entre las niñas más pequeñas, la expectativa de recibir apoyo fue más del doble de influyente que en los niños de la misma edad. En China, la percepción de apoyo se asoció con la creencia de las niñas de que serían buenas líderes, pero no tuvo relación significativa con los varones.

Una diferencia relevante entre los dos países se encontró en cómo los niños percibían ese posible apoyo. Mientras que en Estados Unidos las niñas esperaban más apoyo que los niños, en China era al revés: los varones anticipaban un respaldo mayor que las niñas. Para Andrei Cimpian, profesor de psicología en la Universidad de Nueva York y autor principal del artículo, ese hallazgo en Estados Unidos fue inesperado.

“Las niñas en EE. UU. esperando recibir más apoyo que los niños es un resultado sorprendente que quizás habla de actitudes de género en evolución, así como de recientes cambios en el discurso sobre el liderazgo femenino como parte de los esfuerzos más amplios por abordar las desigualdades de género”, comentó.

El estudio también analizó cómo los niños de ambos países pensaban en los líderes políticos: qué cualidades les atribuían, qué valoraban en ellos. En general, tanto niños estadounidenses como chinos priorizaron características de prestigio y carisma —como ser “valiente”, “inteligente”, “educado”, “servicial”—, seguidas por rasgos de vulnerabilidad —como que es válido “ponerse nervioso” o “tener miedo”—, y, en último lugar, rasgos de dominancia o agresividad —como “ser malo” o “ser grosero”.

A medida que crecen, tanto niños estadounidenses como chinos tienden a valorar más la vulnerabilidad como rasgo posible en líderes. Pero hay una diferencia en cómo perciben el poder o la dominancia. Mientras que los niños más grandes en China rechazan cada vez más la idea de que un buen líder debe ser dominante, los niños en Estados Unidos ya muestran un bajo nivel de aceptación de ese tipo de rasgos desde edades tempranas, y este no varía mucho con la edad.

Sin embargo, los investigadores notaron que estas concepciones sobre qué debe ser o parecer un líder no influyeron significativamente en las aspiraciones políticas infantiles. Lo que realmente marcó la diferencia fue la percepción de apoyo: sentir que su entorno los respaldaría, que no serían ridiculizados o desalentados.

Para las niñas, este factor fue especialmente clave. Reut Shachnai, doctoranda en Yale y coautora del estudio, explicó: “Estos hallazgos ofrecen nuevas pistas sobre las raíces de las brechas de género en la ambición política y, al hacerlo, nos acercan un paso más a entender cómo remediar los desequilibrios persistentes en el liderazgo político”.

La investigación no intenta ofrecer una respuesta única, ni propone soluciones simplistas. Pero sí deja una pista fuerte: si se quiere que más niñas crezcan imaginando que pueden —y deben— llegar a los espacios donde se toman las decisiones, es necesario algo más que discursos sobre igualdad o programas de liderazgo adolescente. Es necesario que, desde muy temprano, sientan que su entorno cree en ellas. Que pueden querer ser presidentas y que eso no será visto como una rareza, un capricho o un desvarío.

La política, en muchos sentidos, es un espejo del poder. Pero también es, en su versión más cotidiana, una cuestión de pertenencia. Y pertenecer empieza antes de tener edad para votar. Empieza cuando alguien te pregunta qué quieres ser cuando seas grande, y tú, sin dudarlo, dices “presidenta”. Y nadie se ríe.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © USAG

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