
Padres y niños ante los cambios tecnológicos en la educación
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En los hogares donde la tecnología ha dejado de ser un visitante ocasional para convertirse en un residente permanente, la crianza se parece cada vez más a intentar descifrar un código en constante cambio.
Muchos padres observan cómo sus hijos interactúan con pantallas, aplicaciones e inteligencia artificial con una mezcla de perplejidad y preocupación. Temen que el tiempo frente a la pantalla dañe su capacidad de concentración o que las herramientas digitales terminen por anular su pensamiento crítico. Esta ansiedad, aunque comprensible, podría estar ocultando una realidad más matizada.
Un estudio de 2023 publicado en el "British Journal of Educational Psychology" descubrió que los estudiantes que utilizaban herramientas digitales interactivas retenían los conceptos un 30% más de tiempo que aquellos que dependían exclusivamente de métodos de estudio tradicionales. La investigación sugiere que el problema no reside en la tecnología en sí, sino en la falta de estructura que la rodea. No se trata de cuánto tiempo pasan los niños frente a las pantallas, sino de cómo utilizan ese tiempo.
Cuando los niños se dedican a desplazarse pasivamente o a ver videos durante horas, el aprendizaje rara vez se produce. Sin embargo, breves ráfagas de participación activa—como resolver acertijos, realizar cuestionarios interactivos o crear mapas conceptuales—pueden fortalecer las conexiones neurales. Los estudios muestran que los estudiantes que utilizan aplicaciones de práctica espaciada durante solo veinte minutos al día obtienen mejores resultados que aquellos que dedican una hora a ver conferencias de manera pasiva.
La vieja disputa entre escribir a mano y teclear revela otra capa de complejidad. Investigaciones de la Universidad de Princeton indican que los estudiantes que escriben resúmenes a mano retienen un 40% más de información que aquellos que transcriben textualmente en un teclado. La escritura manual activa regiones sensoriales y motoras vinculadas a la memoria a largo plazo, mientras que la mecanografía puede convertirse en una transcripción mecánica. Sin embargo, la solución no necesariamente implica elegir una sobre la otra, sino encontrar formas de combinar sus fortalezas: escribir a mano los conceptos clave para una codificación más profunda, y luego usar herramientas digitales para expandir esas ideas en notas completas y buscables.
Los controles parentales, aunque bien intencionados, muestran limitaciones evidentes. Pueden bloquear contenido inapropiado, pero no pueden enseñar a concentrarse. Los niños suelen encontrar formas de eludir las restricciones, y cuanto más se recurre a la vigilancia, más pueden inclinarse hacia la clandestinidad. El enfoque genuino surge más de la rutina que de la restricción. Establecer un ritmo predecible—como bloques de estudio definidos, descansos libres de tecnología y una hora sin dispositivos antes de dormir—puede calmar el sistema de recompensa del cerebro y facilitar la transición entre el enfoque y el descanso.
La saturación de aplicaciones educativas también puede resultar contraproducente. Cambiar constantemente entre múltiples plataformas sobrecarga la memoria de trabajo y hace que el aprendizaje sea superficial. Common Sense Media descubrió que los estudiantes aprendían mejor con un conjunto estable de cuatro o cinco herramientas utilizadas de manera consistente, en lugar de perseguir constantemente la novedad.
Quizás el cambio más significativo ocurre cuando los niños pasan de ser consumidores a creadores de tecnología. Quienes utilizan herramientas digitales para diseñar presentaciones, programar proyectos simples o crear explicaciones visuales desarrollan habilidades ejecutivas y confianza. Un niño que crea una página web sobre un tema histórico o diseña un gráfico de datos para un proyecto de ciencia está aprendiendo de manera más profunda que quien simplemente consume contenido educativo.
La programación, en particular, deja de verse como una habilidad exclusiva para futuros ingenieros y se reconoce como una forma de desarrollar pensamiento lógico, resolución de problemas y perseverancia—habilidades transferibles a todas las áreas del aprendizaje. Microproyectos sencillos, acompañados de un "diario de depuración" donde los niños registran errores y soluciones, pueden fomentar la resiliencia y una mentalidad de crecimiento.
En lugar de tratar la tecnología como una amenaza que debe ser controlada o escondida, la evidencia sugiere que los padres pueden adoptar un papel más activo como guías que ayudan a sus hijos a navegar este panorama digital con intención y conciencia. No se trata de eliminar las pantallas, sino de transformar la manera en que se integran en la vida cotidiana, convertirlas de fuentes de distracción en herramientas de exploración y creación.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Greater Green Bay YMCA
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