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Cómo ayudar a nuestros niños a concentrarse

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En los hogares donde las tareas escolares se convierten en campos de batalla diarios, una pregunta recurrente surge entre padres y educadores: ¿por qué tantos niños parecen incapaces de mantener su atención más de unos pocos minutos? Frente a esta dificultad, muchas familias y colegios optan por derivar a especialistas que, con alta probabilidad, emitirán un diagnóstico de Déficit Atencional y recetarán medicación.

Si bien el abordaje farmacológico es necesario para niños que efectivamente presentan este trastorno, existe una creciente conciencia sobre el sobrediagnóstico actual. Muchos niños, en realidad, presentan dificultades para focalizar y mantener la atención porque están interferidos desde sus emociones. En otros casos, el contexto en el que vivimos genera dificultades adicionales o existe una falta de estimulación en este ámbito.

La velocidad con la que suceden los estímulos, imágenes y experiencias de un niño contemporáneo son infinitamente más rápidas que hace 20 ó 30 años. Antes, el niño esperaba con ansias la programación infantil y una vez terminada, se iba a jugar y recreaba las aventuras de sus personajes favoritos. Hoy puede acceder a contenido ilimitado a través de múltiples canales y plataformas, saltando rápidamente de un estímulo a otro sin detenerse a profundizar en ninguno.

Los juegos tradicionales requerían mayor preparación—armar una casa de muñecas o organizar las láminas del memorice—mientras que las pantallas ofrecen entretenimiento inmediato. Este estilo de procesamiento desarrolla habilidades como la velocidad, pero suele ir en desmedro de la profundidad y la capacidad de mantenerse enfocado.

A esta realidad se suma el modelo involuntario de "dispersión cognitiva" que muchos adultos proporcionan. Estamos con el niño hablando de un tema, pero de pronto llega un mail urgente o un mensaje divertido y giramos el foco abruptamente, dejando muchos cabos sin atar. Frente a este escenario, expertos sugieren estrategias concretas para favorecer el desarrollo de la atención desde la primera infancia.

Durante el primer año de vida, se recomienda mostrar al niño objetos llamativos y ayudarlo a permanecer observándolos por períodos breves, usando juguetes con colores, luces o sonidos mientras se describe en voz alta lo que el niño hace con el juguete.

Establecer contacto visual desde temprana edad es fundamental—buscar su mirada y cuando la "capture", hacer algo divertido que le permita mantener el contacto. Cuando el niño es un poco mayor, se puede ir narrando esta interacción en voz alta.

La atención conjunta—capacidad de prestar atención al mismo estímulo que otra persona—se puede promover mediante la lectura compartida de cuentos, observando juntos las imágenes y comentando los detalles. Para un niño, el mejor refuerzo es recibir atención, por lo que darse cuenta que están mirando y atendiendo a lo mismo le resulta gratificante.

Juegos tradicionales como el "memorice", "conecta cuatro" o incluso el "gato" ayudan a desarrollar la atención, así como láminas para encontrar diferencias o los clásicos "buscando a Wally". Juegos sencillos sin materiales como el "veo veo" o enumerar palabras de una categoría sin repetir también son útiles.

En las interacciones cotidianas, se recomienda finalizar temas y actividades antes de iniciar nuevos, modelando así un estilo cognitivo que persiste hasta alcanzar el objetivo. Privilegiar la profundidad sobre la velocidad en las conversaciones, deteniéndose en un tema para pedir su opinión y elaborar juntos argumentos.

Contar historias y luego hacer preguntas sobre lo escuchado—"¿te acuerdas cuántos chanchitos eran?"—favorece la atención auditiva y la memoria. En situaciones cotidianas, preguntas como "¿qué es lo más importante que tienes que hacer ahora?" ayudan a desarrollar la capacidad de jerarquizar información.

La enseñanza de hábitos de estudio específicos—trabajar en horarios definidos, en un mismo lugar con buena iluminación, con materiales necesarios y pocos distractores—proporciona una estructura externa que facilita la concentración. Como todos los hábitos, el de estudio debe ser enseñado explícitamente y no aparece espontáneamente.

Reconociendo la plasticidad del cerebro infantil en los primeros años, estas estrategias buscan marcar diferencias significativas en el desarrollo de la atención, previniendo dificultades futuras sin subestimar los casos que efectivamente requieren evaluación y tratamiento especializado.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © PICRYL

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