
La ventaja del bilingüismo, ante un nuevo Mes Nacional de la Herencia Hispana
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En el norte de Texas, donde más del 40% de la población es de origen latino, una silenciosa transformación lingüística se desarrolla en los hogares. La historia de Liliana “Lily” Saracay, una niña de diez años, ilustra esta compleja realidad. A los tres años, Lily dejó de hablar. El conflicto entre el inglés de sus padres y el español de su abuela mexicana la sumió en un silencio del que emergió hablando solo inglés, aunque todavía comprende algo del idioma de su abuela, cuentan en The Dallas Morning News. "El español es complicado", dice Lily, quien hoy escucha música ranchera en el auto de su madre y heavy metal en el de su padre.
Su caso dista de ser aislado. Según datos, entre los 62 millones de hispanos en Estados Unidos, el 47% son primera generación nacida en el país de padres inmigrantes. Para estos niños, crecer entre dos culturas implica navegar constantemente entre dos identidades.
Este fenómeno se intensifica en el clima político actual. El gobierno de Trump ha impulsado medidas que vinculan el uso del español con la inmigración irregular. El pasado 7 de agosto, el Departamento de Seguridad Nacional solicitó a la Corte Suprema permitir cuestionar a cualquier persona que hable español "para apoyar la sospecha razonable de que la persona está aquí ilegalmente".
Andrew Hurie, profesor de la Universidad de Wisconsin-Whitewater y experto en educación multicultural, explica que "hay mucha presión para que los niños hispanos en Estados Unidos se asimilen a la cultura anglo". Hurie cita la orden ejecutiva de Trump para hacer del inglés el idioma oficial como ejemplo de estos esfuerzos assimilationistas.
Ricardo Stanton, sociólogo formado en Stanford, añade que "el inglés se ve como un idioma de poder y dominio. En Estados Unidos, los niños crecen en el idioma del dominio global. Nuestro sistema escolar no valora el multilingüismo".
En el corazón de Texas, aproximadamente uno de cada cuatro niños tiene al menos un padre inmigrante. Esta dualidad lingüística y cultural genera profundas reflexiones sobre la identidad. "Siento que no soy de aquí ni de allá", confiesa Alvin Manrique, un gerente de restaurante de 31 años nacido en Dallas de padres mexicanos. "Cuando voy a México, me llaman 'El Gringo'. Cuando estoy aquí en Estados Unidos, me llaman 'The Mexican'".
La familia Saracay ejemplifica esta lucha generacional. Norma Saracay, madre de Lily, nació en Dallas pero nunca dejó de hablar español, la única forma de comunicarse con su madre mexicana. Su esposo Alejandro, despite su herencia mexicana y salvadoreña, solo habla inglés con sus hijas. "A mi esposo no le gusta cómo suena hablando español", explica Norma. "No le gusta su acento".
Alejandro, quien sirve en el Ejército estadounidense y enseña instalación de aire acondicionado, observa cómo sus estudiantes hispanos ya no hablan una palabra de español. "Existe una posibilidad muy alta", señala, "de que en un futuro no muy lejano, haya familias hispanas en las que ninguno de sus miembros hable español".
Frente a este panorama, las familias buscan rescatar el español mediante estrategias creativas. Norma utiliza la película "Coco" para enseñar a sus hijas sobre el Día de Muertos. Cada 2 de noviembre, visitan el cementerio para honrar la memoria del padre y hermano fallecidos de Norma.
María García, la abuela mexicana, supervisa mientras Lily repite palabras en español desde su tablet: "frijol, arroz, amarillo". "Realmente quiero que aprendan español", dice García. "Quiero llevar a mis nietas a México conmigo, pero quiero que aprendan español para que no sea tan difícil para ellas y para mí".
Luis Urrieta, profesor de la Universidad de Texas en Austin, recomienda integrar el español de forma natural mejor que forzada. "Hay que mantener a los jóvenes involucrados en relaciones y reuniones familiares", sugiere. "Mantenerlos activos en grupos donde el español sea dominante".
Laura Manrique, madre de Alvin, transmite una filosofía de orgullo lingüístico: "Nunca deberías tener miedo o vergüenza de hablar español en público. No es un crimen. Debes sentirte orgulloso de que hablamos tanto español como inglés".
En este equilibrio entre dos mundos, Urrieta resume la esencia del desafío: "Les digo a mis estudiantes: 'Eres de aquí y de allá. Y no es español o inglés. Es español e inglés'".
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