
El inicio de las clases es complicado para niños, pero también para padres
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El cambio de verano a otoño trae consigo más que un ajuste en el clima. Para muchas familias, el comienzo del año escolar representa una transición que afecta a todos en el hogar, no solo a los niños que regresan a las aulas. Las mañanas, frecuentemente marcadas por prisas y estrés, se convierten en el primer desafío del día, dice en Psychology Today la especialista Robyne Hanley-Dafoe, autora de "Calm Within the Storm " y "Stress Wisely".
Algunos expertos sugieren que la preparación nocturna puede alterar significativamente la dinámica matutina. Involucrar a los niños en la selección de su ropa, la organización de sus mochilas y la preparación de sus loncheras no solo reduce la carga para los adultos, sino que fomenta habilidades de responsabilidad desde edades tempranas. Pequeñas decisiones, como elegir entre dos opciones de snack o el orden en que completar sus tareas matutinas, pueden proporcionarles un sentido de control que mitiga la resistencia natural a las rutinas impuestas.
El concepto de éxito académico suele medirse tradicionalmente mediante calificaciones y rendimiento en exámenes. Sin embargo, existe un creciente reconocimiento de que el desarrollo integral incluye cualidades como la curiosidad, la resiliencia y el esfuerzo. Conversaciones abiertas sobre estos valores pueden ayudar a los niños a comprender que el aprendizaje trasciende las notas académicas.
Cada etapa educativa tiende a visualizarse como preparación para la siguiente, desde kindergarten hasta la educación superior. Este enfoque constante en el futuro puede hacer que se pasen por alto las experiencias valiosas del presente: amistades nuevas, actividades extracurriculares gratificantes y pequeños logros cotidianos. El equilibrio entre preparación para lo que viene y presencia en el ahora resulta esencial.
Los desafíos escolares son inevitables, y la respuesta de los adultos ante ellos puede marcar una diferencia significativa. La actitud de apoyo incondicional —que no equivale a permisividad— comunica a los niños que no están solos frente a las dificultades. Resistir el impulso de resolverles sus problemas, optando instead por guiarles para que encuentren sus propias soluciones, fortalece su autonomía y confianza.
Las transiciones generan emociones tanto en niños como en adultos. Validar estos sentimientos, sin convertirlos en una carga para los más pequeños, permite procesarlos de manera saludable. El bienestar emocional de los cuidadores establece, además, las bases para la resiliencia de los niños.
Pequeños rituales pueden facilitar la transición entre las responsabilidades laborales y la vida familiar. Una caminata conjunta, escuchar una canción favorita o simplemente dedicar unos minutos de tranquilidad antes del reencuentro pueden transformar la dinámica familiar. Como observó una vez la escritora Toni Morrison, los niños buscan en las miradas de sus seres queridos esa chispa de alegría que confirma su pertenencia y valor.
Al final, no existe una fórmula única para navegar el año escolar. Cada familia descubre gradualmente qué funciona mejor para su sistema particular, confiando en su capacidad para adaptarse a los imprevistos y encontrar su propio ritmo en medio de los cambios estacionales.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © RHD-Facebook
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