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Lo que los niños aprenden viajando

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Las maletas pesan más cuando se viaja con niños. Hay que empacar juguetes, medicinas, ropa de repuesto y una dosis extra de paciencia.

Pero según expertos en educación, ese esfuerzo adicional trae beneficios que perduran mucho después del viaje. La incomodidad de llegar a lugares desconocidos, el contacto con personas distintas y la necesidad de adaptarse a nuevas situaciones contribuyen al desarrollo de la sensibilidad, la diversidad cultural y hasta las habilidades lingüísticas en los menores.

Dos libros recientes exploran esta idea desde experiencias concretas.

"No importa ir despacio, me gusta caminar con mi hijo ahora" de Kim Jin-ah documenta año y medio de trekking por parques nacionales de Estados Unidos con sus dos hijos en edad escolar. La autora, periodista coreana radicada temporalmente en ese país entre 2022 y 2024, detalla los preparativos y desafíos de recorrer 15 parques con niños, desde rutas sencillas hasta senderos que requieren cadenas para escalar.

"Hay que considerar su resistencia física, la cCamino de omida, la ropa adecuada", escribe Kim sobre los viajes familiares. Su libro incluye mapas detallados, niveles de dificultad de cada ruta y consejos prácticos, pero también captura esos momentos en que los niños descubren paisajes lejos del mundo digital. "La magia está en enfocarse en sentidos que la rutina diaria nos hace ignorar", describe al recordar el sonido del viento en el Gran Cañón o el silencio de los bosques de Redwood.

En otro continente y con otro enfoque, "El viaje de mamá pianista a la ciudad de la música" de Cho Hyun-young relata su recorrido por Europa con su hijo para mostrarle las ciudades donde vivieron grandes compositores. La autora, pianista formada en Alemania, enfrentó escepticismo cuando decidió viajar con su hijo en edad escolar. "Quería que sintiera la música que las palabras no pueden explicar", comenta sobre su recorrido por Salzburgo (cuna de Mozart), Viena y Leipzig.

El libro mezcla anécdotas de viaje con reflexiones sobre cómo compartir el arte con los más pequeños. En Venecia, buscaron iglesias donde aún resuena Vivaldi; en Dresde, siguieron las huellas de Weber; en Suiza, visitaron el lago Tun donde Brahms compuso sus obras maestras. "Viajar es la mejor oportunidad para conocernos más", escribe Cho sobre los choques entre sus expectativas y los intereses del niño, que a veces prefería jugar a seguir itinerarios culturales.

Ambas obras coinciden en un punto: los viajes familiares, aunque demandantes, crean conexiones únicas. Ya sea caminando entre secuoyas o siguiendo las huellas de Mozart, estos recorridos dejan algo más que fotos bonitas. Como señala Kim: "No se trata de llegar rápido, sino de disfrutar el camino juntos". Para los niños, cada viaje puede ser la primera página de un cuaderno de aprendizaje que nunca se termina de llenar.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © The MOM Trotter

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