
El verano es para reforzar los lazos familiares
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Cuando finaliza el curso escolar, la llegada del verano suele venir acompañada de una mezcla de entusiasmo e incertidumbre para muchas familias. El cierre de las aulas implica también la interrupción de rutinas, el aumento del tiempo libre y la necesidad de reorganizar la convivencia familiar. Para algunos padres, esta temporada puede parecer un periodo indefinido que exige más esfuerzo que descanso. Pero distintos estudios en el ámbito de la pediatría y la salud mental infantil señalan que, lejos de ser un simple paréntesis académico, el verano puede convertirse en una oportunidad clave para fortalecer los lazos emocionales dentro del hogar y fomentar habilidades fundamentales en los niños.
Una de las frases que recoge este enfoque resume la propuesta: "El verano no es una pausa en el colegio, es una oportunidad para redefinir la conexión emocional de la familia". Lejos de programas complejos o costosos, el fortalecimiento emocional y el desarrollo de la resiliencia infantil pueden impulsarse desde acciones cotidianas. Expertos en desarrollo infantil coinciden en que lo que sucede durante los meses de vacaciones puede dejar huellas duraderas en la autoconfianza, el manejo emocional y la capacidad social de los más pequeños.
Uno de los primeros consejos que ofrecen los especialistas es el de acompañar emocionalmente a los hijos durante los conflictos. Ya sea frente a un berrinche por una salida cancelada o una discusión con un adolescente por la hora de llegada a casa, el modo en que el adulto reacciona tiene un impacto decisivo. En lugar de entrar en una batalla de voluntades, se propone escuchar, reconocer el sentimiento y proponer resolverlo juntos. Frases como “Estás muy molesto por esto, y lo entiendo. Vamos a ver cómo lo solucionamos” pueden calmar el ambiente y demostrar que las emociones, por intensas que sean, pueden expresarse de manera segura. Estos momentos no deben utilizarse para imponer disciplina, sino como oportunidades para enseñar autocontrol y empatía.
Mantener una rutina —aunque más flexible que durante el curso escolar— también se considera fundamental. Según profesionales de Kidsville Pediatrics Southlake, “una rutina predecible puede ofrecer una sensación de estabilidad y confort, especialmente cuando desaparece la previsibilidad del año escolar”. Horarios regulares para comidas, horas de sueño y actividades diarias —como paseos o cenas familiares— ayudan a los niños a sentirse seguros. No se trata de llenar el día de actividades, sino de encontrar un equilibrio entre movimiento, juego simbólico y espacios de descanso, que son esenciales para el bienestar emocional.
Otro aspecto clave que no siempre se asocia al estado de ánimo infantil es la alimentación. Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y probióticos no solo fortalece el cuerpo, sino que mejora la regulación emocional. “Una dieta equilibrada con nutrientes esenciales puede tener efectos importantes en el estado de ánimo del niño”, indican desde Kidsville Pediatrics Southlake, destacando la importancia de nutrientes como los ácidos grasos omega-3, las vitaminas del grupo B y el magnesio. La hidratación, por su parte, es crucial: la deshidratación puede provocar fatiga, cefaleas y dificultades cognitivas.
En paralelo, el uso de pantallas y dispositivos electrónicos es un tema inevitable. Aunque prohibirlos por completo no es viable ni necesario, se recomienda establecer límites claros y fomentar alternativas offline: juegos, deportes, manualidades o actividades al aire libre. Estos momentos sin pantallas no solo mejoran el ánimo, sino que fortalecen habilidades prácticas y relaciones interpersonales. “El contacto social es una de las defensas más poderosas contra la soledad y la depresión”, recuerdan los expertos.
Además, el verano ofrece un terreno fértil para compartir actividades en familia. Desde excursiones y picnics hasta juegos de mesa o pequeños proyectos de cocina, cualquier experiencia compartida puede convertirse en una fuente de conexión. Este tipo de interacciones, explican desde Kidsville Pediatrics Southlake, “generan una sensación de pertenencia y seguridad, esenciales para la salud mental del niño”.
El contacto con otros niños también juega un papel crucial. Las amistades que se desarrollan en campamentos, clubes de ciencia o juegos comunitarios permiten a los niños practicar la empatía, resolver conflictos y adaptarse a contextos nuevos. Un análisis reciente revela que los campamentos con enfoque en habilidades socioemocionales muestran mejoras en la competencia social, especialmente en niños de entornos vulnerables.
El arte también se destaca como herramienta para canalizar emociones. Dibujar, pintar, hacer música o jugar a roles permite expresar sentimientos difíciles de verbalizar y mejora la capacidad de afrontar tensiones. “Las actividades creativas permiten a los niños expresar sus emociones de forma segura y constructiva”, subrayan desde el equipo pediátrico.
A ello se suma la importancia de enseñar habilidades de autorregulación emocional. Técnicas de mindfulness como la respiración profunda, los escaneos corporales o ejercicios guiados de relajación pueden calmar la mente y el cuerpo ante situaciones de ansiedad o frustración. Una de las estrategias recomendadas es el método STOP (Stop, Take a break, Observe, Plan), que ayuda a niños y adultos a detenerse y reevaluar antes de reaccionar.
Pero no todo se puede prevenir o gestionar desde el hogar. Los expertos advierten que el verano también puede sacar a la luz problemas emocionales más profundos: tristeza persistente, irritabilidad, aislamiento, alteraciones del sueño o cambios de apetito. En esos casos, es vital mantener abiertas las vías de comunicación y no dudar en buscar ayuda profesional si los síntomas persisten o se agravan. “La intervención temprana es clave para tratar con éxito estos problemas de salud mental”, insisten los clínicos especializados.
Por último, para muchas familias que enfrentan dificultades económicas, los programas de verano representan mucho más que entretenimiento. Según un meta-análisis reciente de 2024, estos programas se asocian con mejoras en la autoestima, la salud mental y la competencia social, especialmente en niños en riesgo. Los campamentos y actividades estructuradas brindan entornos seguros para experimentar, desarrollarse y relacionarse, y muchas organizaciones ofrecen becas o tarifas ajustadas para facilitar el acceso.
El receso escolar, lejos de ser solo una etapa de descanso, puede convertirse en un periodo transformador para la infancia. Entre la rutina flexible, la expresión artística, el juego compartido y el acompañamiento emocional, se abre una posibilidad: la de construir vínculos más sólidos y formar personas más resilientes. No se trata de llenar el calendario de eventos, sino de habitar el tiempo juntos con atención, escucha y presencia. A fin de cuentas, el verano también puede ser una escuela, aunque sin pupitres ni campana.
© SomosTV LLC-NC / Photo: © Therme Loipersdorf
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