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Lenore Skenazy: “El exceso de supervisión de los padres genera gran ansiedad en los niños”

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En los últimos años, el debate sobre la crianza y el nivel de supervisión que requieren los niños ha tomado mayor relevancia. La periodista y escritora Lenore Skenazy es una de las principales voces en este tema, promoviendo un enfoque basado en la independencia infantil.

Su postura, que desafía la idea de que los niños deben ser vigilados en todo momento, ha generado tanto críticas como adhesiones.

Su perspectiva se hizo pública en 2008, cuando escribió una columna en The New York Sun relatando que había permitido que su hijo de 9 años viajara solo en el subte de Nueva York. El artículo provocó una fuerte reacción en los medios y en la opinión pública, llevándola a ser calificada como la “peor madre de Estados Unidos”. Sin embargo, también puso en discusión hasta qué punto es necesario que los padres supervisen cada movimiento de sus hijos.

Un año después, Skenazy publicó el libro Free-Range Kids, en el que argumenta que los niños pueden desarrollar autonomía y resiliencia si se les da espacio para explorar el mundo sin una vigilancia constante. En 2012, fue la presentadora del reality show World’s Worst Mom en Discovery Life, donde asesoraba a familias con estilos de crianza altamente controladores. En 2017, junto con el psicólogo Jonathan Haidt, el empresario Daniel Shuchman y el investigador Peter Gray, fundó la organización Let Grow, dedicada a promover la autonomía infantil.

Durante su reciente visita a Buenos Aires, Skenazy participó en el Primer Encuentro Internacional de Ciudades y Sociedades Sostenibles y habló sobre los efectos de la crianza sobreprotectora, la creciente ansiedad en niños y adolescentes, y la importancia de generar entornos que fomenten la independencia desde edades tempranas.

¿Cómo afecta la supervisión constante a los niños?

Skenazy sostiene que la tendencia a estar siempre pendientes de los niños no necesariamente los protege más, sino que puede generar efectos negativos. "La idea es confiar en los chicos para que puedan ser curiosos y resilientes. No es necesario estar con ellos cada segundo para comprobar que estén seguros o aprendiendo", explicó.

Uno de los efectos que menciona es el aumento de la ansiedad infantil.

"Irónicamente, este exceso de supervisión y protección está generando una gran ansiedad en los chicos, porque los adultos los estamos controlando todo el tiempo", afirmó. Esta sobreprotección también afecta a los padres, quienes terminan sintiéndose ansiosos y agobiados por la necesidad de estar siempre pendientes de sus hijos.

Skenazy cita estudios que respaldan esta relación entre crianza y ansiedad. Una investigación publicada en el Journal of Pediatrics en Estados Unidos muestra que, a medida que la independencia y el juego libre han disminuido, los niveles de ansiedad y depresión infantil han aumentado. "No empezó con la pandemia ni con la llegada del iPhone. Esto lleva décadas ocurriendo", señaló.

Para explicar este fenómeno, hace referencia a la teoría del "locus de control" del psicólogo Peter Gray. Según esta idea, las personas con un locus de control interno sienten que tienen poder sobre sus propias decisiones y pueden manejar dificultades. En cambio, aquellos con un locus de control externo dependen de la guía constante de otros. "Les hemos quitado el locus de control interno a los chicos porque estamos siempre con ellos, diciéndoles qué hacer", explicó Skenazy.

La omnipresencia de la tecnología y la sobreinformación parental

Uno de los factores que ha intensificado la supervisión parental es el acceso a la tecnología. Hoy en día, muchas aplicaciones permiten a los padres rastrear en tiempo real la ubicación de sus hijos, saber qué están haciendo en la escuela e incluso recibir informes detallados de sus actividades.

"Tenemos una omnisciencia sobre nuestros hijos. Podemos ver y saber lo que están haciendo todo el tiempo, pero en lugar de darnos tranquilidad, esto nos vuelve más ansiosos", comentó Skenazy. Como ejemplo, mencionó el caso de una amiga que recibe informes diarios del jardín de infantes de su hijo, donde no solo le informan qué almorzó, sino también a qué hora orinó.

Según Skenazy, este nivel de información es innecesario y contribuye a una sensación de control que no es saludable. "Antes, los chicos iban a la escuela y los padres no sabían qué pasaba hasta que volvían a casa. Ahora, en lugar de darles más seguridad, los teléfonos han aumentado la ansiedad de los padres".

Skenazy también plantea que el entorno urbano influye en la autonomía de los niños. En la Ciudad de Buenos Aires, un estudio muestra que solo tres de cada diez niños utilizan los parques y menos del 10% va caminando a la escuela. "Es necesario normalizar que los niños vuelvan a ser parte de la ciudad", afirmó.

Para ella, las ciudades pueden hacer ajustes en infraestructura y circulación para fomentar la independencia infantil, pero lo más importante es cambiar la mentalidad de los padres. "Si los niños solo pueden ir a los parques cuando sus padres tienen una hora para llevarlos, su tiempo libre queda reducido y completamente supervisado", explicó.

Skenazy comparó la actualidad con décadas anteriores y destacó cómo la percepción del peligro ha cambiado con el tiempo. "En Estados Unidos, hace 40 años los niños jugaban al aire libre a pesar de que las tasas de criminalidad eran más altas que ahora. En cambio, hoy la percepción de peligro ha crecido, aunque el mundo no sea necesariamente más peligroso".

Mencionó el concepto de mean world syndrome (síndrome del mundo mezquino), desarrollado por el investigador George Gerbner, que sugiere que cuanto más consumimos noticias sobre crímenes y peligros, más creemos que el mundo es inseguro. "Esto ha llevado a muchos padres a limitar la independencia de sus hijos", sostuvo.

La escuela y el aprendizaje de la autonomía

En el ámbito educativo, Skenazy destacó el valor de permitir a los niños realizar actividades por sí mismos. En algunas escuelas de Estados Unidos, se han implementado iniciativas como la "experiencia Let Grow", en la que los niños reciben tareas para hacer sin la ayuda de un adulto, como ir de compras, cocinar o jugar en el parque con amigos.

"Cuando juegan sin adultos dirigiéndolos, con chicos de otras edades, aprenden a negociar, resolver conflictos y tomar decisiones", explicó.

Además, señaló que muchos padres sienten ansiedad cuando sus hijos empiezan a hacer actividades independientes, pero con el tiempo experimentan orgullo al verlos desenvolverse solos.

Para Skenazy, también es importante reconstruir la confianza entre padres y maestros. "Derribar un poco los muros de la escuela ayudaría a que los padres confíen más en los docentes y que los docentes comprendan mejor la vida familiar de cada niño", propuso.

Conclusión: soltar el control para fomentar la resiliencia

El mensaje principal de Skenazy es que confiar en la capacidad de los niños para hacer cosas por sí mismos es clave para su desarrollo.

"Necesitan desafíos, libertad y la oportunidad de equivocarse y aprender", afirmó.

Según su planteo, la independencia no significa descuidar a los niños, sino permitirles enfrentar pequeñas dificultades para que puedan desarrollar herramientas para la vida. "Queremos que sea más fácil para los padres soltar a sus hijos. Por eso la organización se llama Let Grow: dejar crecer y dejar ir", concluyó.

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