7 mitos sobre la educación inclusiva
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Lucia
¿Es cierto que la educación inclusiva ralentiza el aprendizaje? ¿Y que en ella no cabe la atención individualizada? ¿Consigue realmente que no haya discriminación entre el alumnado? Desde que en 1990, en el foro internacional de la UNESCO, se promovió la idea de una educación para todas las personas, las escuelas comenzaron a trabajar primero en la integración y luego en la inclusión. Pero con la puesta en práctica de la escuela inclusiva empezaron a circular mitos acerca de lo que implica que en una misma aula haya alumnos con distintas realidades, ya sea por desconocimiento de la lengua, desventajas socioeconómicas, enfermedades, trastornos o discapacidades. Las profesoras Nadia Ahufinger, Ana Luisa Adam y Débora Aguilar, integrantes del grupo de trabajo sobre educación inclusiva del grado de Educación Primaria de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), desmontan las principales falsas creencias sobre ella:
Mito 1: Los equipos docentes no están preparados para este sistema.
Según las expertas, la formación del profesorado es clave para poder desarrollar el aprendizaje de todo el alumnado, al igual que son necesarios recursos, estrategias y todo lo que sea fundamental para que en las aulas se lleve a cabo la educación inclusiva con éxito. Pero además, es importante que se mantengan los maestros y las maestras de educación especial. "Lo que busca la educación inclusiva es reconceptualizar el rol de las figuras de apoyo y repensar sus funciones. Las maestras de educación especial o de audición y lenguaje, por ejemplo, son profesionales muy necesarias para caminar hacia la inclusión en las escuelas. Esto supone que el profesorado especialista no intervenga de manera aislada con los niños y niñas que "no cumplen la norma", sino que se trabaje de manera colaborativa y coordinada entre diferentes profesionales para garantizar los apoyos necesarios", indica Ana Luisa Adam, profesora asociada del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC. "Lo ideal es que el profesorado especialista y el profesorado con rol tutorial puedan programar las sesiones conjuntamente para garantizar un diseño universal de la enseñanza, intervenir de manera conjunta en una misma aula y evaluar de forma conjunta a todo el alumnado", añade Adam.
Mito 2: Con la escuela inclusiva se acaba la discriminación. En opinión de Nadia Ahufinger, profesora del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje y del grado de Logopedia (interuniversitario UVic-UCC, UOC), y también integrante del Grupo de Investigación en Cognición y Lenguaje (GRECIL), la escuela inclusiva es un paso necesario para acabar con la discriminación, pero no depende solo de ella. Desde siempre ha existido un rechazo hacia la diferencia. "La educación inclusiva no excluye a nadie y tiene como propósito poner de manifiesto que todas las personas tienen la capacidad de aprender, pero de diversas maneras", señala Ahufinger recordando que la escuela es un reflejo de la sociedad y que en ella se deben abordar estos aspectos para que vaya cambiando y fomentando el respeto por las diferencias. "Que no se sufra discriminación no solo depende del abordaje que se haga en el aula, sino, y quizás más relevante, del cambio de paradigma que esperamos se dé en la sociedad", sostiene.
Mito 3: Si no se reduce el número de alumnos/as por clase, la educación inclusiva no es viable. Aunque las expertas creen que se tiene que reducir la ratio, lo realmente indispensable es incluir profesorado y nuevas formas de agrupación del alumnado. "Se puede hacer organizando interniveles (niños y niñas de diferentes edades), reagrupando según intereses o aplicando la codocencia (dos o más maestras en el aula que trabajan conjuntamente para acompañar al alumnado en metodologías más flexibles), entre otras posibles fórmulas", explica Débora Aguilar, profesora del máster universitario de Dificultades del Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje y del grado de Logopedia (interuniversitario:
UVic-UCC, UOC).
Photo: © Amanda Mills / USCDCP
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