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Un nuevo instrumento permite detectar fortalezas en niños desde la etapa preescolar

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Durante décadas, la investigación educativa ha tendido a centrarse en corregir lo que los niños no hacen bien. Sin embargo, un equipo de investigadoras vinculadas a la Universidad de Kansas ha planteado una vía alternativa: identificar, desde las edades más tempranas, las fortalezas personales de los niños y usarlas como punto de partida para su desarrollo. Así nació el Preschool Strengths Inventory (PSI), una herramienta que ha sido recientemente desarrollada y validada con el propósito de ayudar a madres, padres, docentes y profesionales a detectar y reforzar aspectos positivos de la personalidad de menores de entre tres y cinco años.

El trabajo, publicado en la revista Frontiers in Psychology, fue liderado por Rhea Owens, quien obtuvo su doctorado en la Universidad de Kansas y actualmente forma parte del cuerpo académico de la Universidad de Minnesota-Duluth. Las coautoras del estudio son Meagan Patterson, profesora de psicología educativa, y Karen Multon, profesora emérita, ambas también de la Universidad de Kansas.

Owens explicó que uno de los principales vacíos en la literatura sobre psicología positiva y desarrollo de fortalezas es la escasa atención que se ha prestado a la primera infancia. “La mayoría de la investigación sobre fortalezas se ha enfocado en estudiantes universitarios o adultos. La infancia, especialmente la etapa preescolar, ha quedado al margen”, afirmó. Para llenar ese hueco, el equipo realizó tres estudios sucesivos.

En el primero, se organizaron grupos focales con madres y padres de niños preescolares con el objetivo de identificar qué rasgos positivos observaban en sus hijos. A partir de los datos cualitativos obtenidos, se delinearon cuatro grandes categorías de fortalezas: interpersonales, intrapersonales, cognitivas y físicas.

Con esa base, el segundo estudio se propuso construir la herramienta. Se elaboró una lista inicial de 234 ítems basados en las respuestas de los grupos de padres. Posteriormente, esa lista fue depurada con la ayuda de especialistas en psicología, hasta reducirse a 37 ítems organizados en torno a cinco grandes ejes: dinámico, confiable, cuidadoso, inspirador y organizado. La tercera fase del trabajo consistió en probar la fiabilidad del PSI.

Se administró el cuestionario dos veces, con un mes de diferencia, a 210 madres, padres y tutores legales de menores de entre 3 y 5 años, distribuidos por distintas zonas de Estados Unidos. También se emplearon otros instrumentos para medir habilidades sociales y rasgos de personalidad, con el fin de comprobar la validez de la herramienta. Uno de los aspectos destacados por Owens fue la paridad en la participación:

“Queríamos una representación equitativa entre madres y padres. En investigaciones anteriores, la mayoría de las respuestas provenían de mujeres. En este caso logramos una muestra nacional bastante balanceada, aproximadamente 50-50”.

Los resultados indicaron que el instrumento es tanto fiable como válido. Según Patterson, la idea no es señalar a los niños como “buenos” en algo de forma genérica, sino capturar aquello que los caracteriza de manera única: “Los niños pueden tener talento para muchas cosas, pero queremos identificar qué los describe mejor”, señaló. La herramienta, en palabras de la investigadora, también puede servir para ofrecer un punto de partida a quienes trabajan con menores: “Cuando los niños comienzan la escuela, los padres pueden compartir esta información con los docentes. Es una forma de darles una ventaja desde el inicio”.

Una de las limitaciones históricas en el estudio de las fortalezas ha sido la falta de herramientas aplicables a niños muy pequeños. Eso ha dificultado el seguimiento a largo plazo de cómo esas fortalezas influyen en la trayectoria educativa o en el bienestar general. Con el PSI, ese seguimiento sería posible, abriendo la puerta a investigaciones longitudinales que exploren cómo ciertas fortalezas detectadas en la infancia se correlacionan con el rendimiento académico o el desarrollo socioemocional en etapas posteriores.

La propuesta de Owens, Patterson y Multon también supone un cambio de perspectiva respecto a las dinámicas habituales en la educación infantil. “A menudo, cuando hablamos de niños pequeños, nos enfocamos en que presten atención, que se queden quietos, que compartan”, dijo Patterson. “Todo eso es importante, pero el PSI se enfoca en lo que ya hacen bien. Creo que puede ayudar a madres, padres y docentes a reconocer lo que los niños ya dominan desde temprano y fortalecerlo a lo largo de su educación y su vida”.

Aunque el Preschool Strengths Inventory fue concebido inicialmente para uso de familias, las investigadoras anticipan futuras versiones dirigidas a profesionales del ámbito escolar. De ese modo, no solo se facilitaría una mejor comprensión del potencial individual de cada niño, sino que también se diseñarían intervenciones más ajustadas a sus capacidades.

Más allá del valor técnico de la herramienta, lo que el PSI propone es una modificación en la manera en que se observa la infancia: no como un cúmulo de déficits por corregir, sino como un terreno fértil de talentos aún no sistematizados. Para quienes acompañan ese proceso, tener una herramienta que lo haga visible puede marcar una diferencia sustancial.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © Free To Be Talks

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