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Todas las ventajas de aprender a nadar este verano

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Con la llegada del verano y el consiguiente aumento de horas de ocio al aire libre, muchas familias buscan en el mar y las piscinas no solo una forma de refrescarse, sino también un espacio para que los más pequeños experimenten, aprendan y crezcan. Lejos de ser una simple actividad recreativa, la natación infantil se ha consolidado como una práctica que reporta beneficios múltiples en el desarrollo integral de los niños, siempre y cuando se practique con conocimiento, respeto y acompañamiento, cuenta El País.

El contacto temprano con el medio acuático, según los expertos, puede iniciarse desde los primeros meses de vida. Así lo señala Rafa Soriano, entrenador especializado en técnica de natación y biomecánica, director de Natación Eficiente y promotor del método Total Immersion, centrado en la precisión técnica para mejorar los resultados. Soriano sostiene que “la familiarización con el agua puede comenzar en casa, en la bañera, desde los primeros meses del bebé”, y propone que las primeras interacciones estén ligadas a juegos y estímulos positivos que despierten sensaciones placenteras.

Para quienes deseen aprender más sobre cómo acompañar adecuadamente esta etapa, Soriano recomienda el libro “¡Al agua, patos!” de Lauren Heston, publicado en 2000. Según el especialista, a partir de los tres a seis meses, una vez que el bebé ha recibido sus primeras vacunas y ha desarrollado cierto control cefálico, es posible comenzar una actividad acuática en piscinas acondicionadas, siempre bajo supervisión profesional. Si el agua está a más de 32 °C y el entorno es seguro, incluso puede anticiparse el comienzo.

El periodo comprendido entre los tres y cuatro años suele ser ideal para introducir una práctica acuática más estructurada. “Si el niño se siente cómodo en el agua, es un excelente momento para comenzar a enseñarle habilidades básicas de natación”, afirma Soriano. Pero insiste en que el aprendizaje debe respetar los ritmos individuales y estar exento de presión: “No hay que forzar al menor a meterse en el agua; el miedo puede dejar una huella duradera”.

La natación en la infancia, según el estudio “Natación en niños: Beneficios científicos para un desarrollo acuático temprano” (2024), incide de forma positiva en múltiples áreas: mejora la salud cardiovascular, fortalece el sistema musculoesquelético e inmunológico, favorece el desarrollo cognitivo y motor, y se vincula con una mejor salud mental.

Desde el punto de vista médico, la fisioterapeuta María Silvana Olivares señala que la actividad física debe formar parte de la rutina infantil de forma casi constante. “Los adultos suelen asociar el ejercicio con una única sesión diaria de unos 50 minutos. Pero en el caso de los niños, se trata de mantener el cuerpo en movimiento durante gran parte del día, en distintas formas y a través del juego”, explica.

Para la pediatra Laura Álvarez, la natación aporta ventajas en el desarrollo cognitivo, social y motor de los menores. “El entorno acuático es estructurado y multisensorial, ideal para estimular el desarrollo neurológico. Incluso algunos estudios apuntan a una mejora del coeficiente intelectual y de la capacidad física tras ocho semanas de natación”. Aunque reconoce que se necesitan más investigaciones para confirmar sus beneficios sobre síntomas de TDAH, considera que existen indicios prometedores.

La doctora Álvarez también destaca otras áreas de mejora: “Se han documentado mejoras en el rendimiento escolar y en los patrones de sueño, lo que se atribuye tanto al efecto relajante de la respiración profunda como al gasto energético que facilita el descanso nocturno”.

El componente emocional no es menor. Stefania Silberhorn, psicóloga infanto-juvenil, subraya el poder regulador de las emociones que tiene la natación. “Durante la práctica se liberan neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y las endorfinas, que ayudan a disminuir el estrés y mejoran el estado de ánimo. En verano, puede convertirse en una rutina gratificante para toda la familia”.

Pero si bien la natación infantil ofrece una amplia gama de beneficios, los expertos coinciden en que el verano también implica riesgos. Soriano enumera cuatro recomendaciones esenciales para las familias:

-Supervisión constante. Incluso si el niño sabe nadar, nunca debe estar solo en el agua.

-Evitar el uso de flotadores. Elementos como los manguitos alteran la posición corporal y generan una falsa sensación de seguridad.

-Elegir cursillos intensivos. Al impartirse durante varios días seguidos, permiten consolidar habilidades sin largos períodos de inactividad entre clases.

-Priorizar el disfrute. Aprender en un contexto de juego y placer favorece la interiorización y el desarrollo de la confianza.

El debate sobre cómo debe ser la actividad física infantil también plantea cuestionamientos al estilo de vida contemporáneo, marcado por el sedentarismo y el uso excesivo de pantallas. Los especialistas coinciden en que es necesario promover una cultura del movimiento desde los primeros años, no solo para prevenir patologías como la obesidad infantil o la diabetes tipo 2, sino para garantizar un desarrollo armónico y completo.

En última instancia, el agua, más allá de ser un entorno lúdico o terapéutico, puede convertirse en una herramienta poderosa de crecimiento. Una herramienta que, usada con criterio, respeto y afecto, acompaña al niño en su aprendizaje de sí mismo y del mundo. Porque, como insisten los expertos, “el desarrollo integral empieza por el juego, el vínculo y la experiencia compartida”.

© SomosTV LLC-NC / Photo: © PoolSafely

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